martes, 10 de julio de 2007

tiki tiki waikiki

Viendo la imagen que preside este post, os estaréis preguntando “¿se habrá ido el aventurero a Polinesia en estas recientes vacaciones? ¿Habrá recorrido los mares del sur, siguiendo los pasos de Stevenson?” Pues no, siento decepcionaros pero es Port Aventura, una burda reproducción de Bora Bora en carton piedra.

Pensareis “seguro que el aventurero se vio en el compromiso de acompañar a algún sobrino o algo así ”. En absoluto: solo estábamos la aventurera y yo. Aunque debo reconocer que en algun momento nos vimos tentados de recoger algun niño de Penitence school, donde llevan los niños perdidos, para que nos sirviera de coartada.

Y ni siquiera tuve güevos para montarme en el dragón Kan, que hasta l´honorable Pujol se atrevió. Solo subí en unas tazas chinas que daban vueltas despacito, y atracciones así.
Lo se, lo se: soy lo peor, un fiasco, el hazmerreír de los tour operadores, la vergüenza de los aventureros.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Las grandes aventuras las hacen los grandes hombres, y mujeres, no las distancias.
Tú eres grande, aventurero.
Gus (no puedo registrarme en bloger así que por un rato soy anónimo)

Alorza dijo...

Uge, estás pidiendo caña a gritos. No seré yo quien te complazca. Lo dejo para Gonzalo, en caso de que lea esto.

Gata animada dijo...

Me has dejado de cartón piedra, aventurero... ¿cómo has sido capaz de tiki, tiki, waikiki? No contabas con que conociera el dialecto boraboriense, pero las gatas somos políglotas de nacimiento.
Da recuerdos a Flora, yo me tiro desde el tejado... adios insufrible mundo.

Anónimo dijo...

pero en el tutuki splash navegaríais, no?

y por el dragon kan no te preocupes, se parece mucho al autobus de lakua, cuando el chófer nos pone a todos boca abajo en esas curvas vertiginosas de la autopista, ahí, a lo loco y derrapando...

princess dijo...

¡¡¡Eres mi idolo de carton!!!
Saludos desde Mexico
Besos

Anónimo dijo...

Entiendo al Aventurero,. Creo que mi fobia a las atracciones barraqueras impediría que me montara incluso en esas inofensivas tacitas, nunca se sabe que increíble trampa mortal pueden encerrar.

G.M. dijo...

Posees un gran talento,los cartones de tus viajes morrocotudos son geniales.. salu2 de la capital azteca, México..

Jas dijo...

Pues si Bajito, un poco cagadete ya eres, mira que no subirte al Dragón Kan, ni en la Stampida, ni siquiera en el Tutuki Splash, pues vaya...

EL AVENTURERO dijo...

en realidad si que me monté en le tutuki splah y en el estampida, donde la aventurera se lesiono las cervicales

Anónimo dijo...

Mentiraaaa!!!!!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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