viernes, 23 de enero de 2009

cuadernos portugueses

Como si de un personaje de Paul Auster se tratara, un buen dia Nom Snad dejó su lujosa casa y su cómodo trabajo, y se marchó a vivir a Lisboa. No le arrastraba ningún proyecto, ni había estado anteriormente en la ciudad. No conocía a nadie allí, ni huía de nada aqui. Simplemente se fue.

Desde alli Nom Snad me envió unos cuadernos azules de tapas rígidas y con pegatina blanca en la portada. Los había comprado en una pequeña papelería que ni siquiera tiene nombre, situada en el 17 del Largo do calhariz de Lisboa. En ellos he dibujado las crónicas de varios de mis viajes, de los que he dado cuenta en este blog.


Me gustan mucho estos cuadernos, hechos a mano y con la pegatina irremediablemente torcida. Cada uno tiene distinto número de hojas y tienen un tamaño estupendo. Ni muy grande ni muy pequeño. Cada pocas hojas llevan un cosido con lo que nunca queda mucho desnivel entre las páginas pares y las impares. Solían utilizarse para reflejar balances contables durante la dictadura de Salazar y hoy pueden competir dignamente con los omnipresentes moulesquines.

La señora que atiende aquella papelería encontraba gracioso que hubiera un colgao dibujando paisajes del mundo en sus cuadernos, asi que el Nom le preparó este montaje fotográfico a partir de un reportaje que hice en uno de ellos.

Tiempo después alguien me habló de La noche del oráculo, un libro de Paul Auster en el que el protagonista, un escritor que acaba de salir de una grave enfermedad, encuentra en una librería de Manhatan un cuaderno portugues azul. Este cuaderno le devuelve las ganas de escribir, y le inspira una historia que se entrecruzará con la suya propia a lo largo de toda la novela. Cuando el siniestro librero deja de proporcionarle estos cuadernos la inspiración se esfuma y no puede escribir más.

Ni Nom Snad ni yo lo sabíamos pero los cuadernos que me trajo de Lisboa son los mismos de la novela.
Algo mágico tienen estos cuadernos, sin duda.

Nom, por favor, mandame mas, no nos vaya a ocurrir como al protagonista de la noche del oráculo, por una de esas fatalidades del destino que tanto gustan a Auster. Rápido Nom, no te demores mas, corre hacia el largo Calhariz. Mañana puede ser tarde. Los establecimientos como esa papeleria tienen sus dias contados en esta Europa aséptica y globalizada.

16 comentarios:

Mentxula dijo...

Amo esa tienda, su escaparate en aluminio, su dependienta, siempre sonriendo cuando entran los amigos locos de otro español asentado en Lisboa...máis loco aún, naturais...Corre Mon...no dejes de suministrale cuadernos a nuestro querido aventurero...A ver si nos monta una trilogía de Lisboa, modo Auster!!
Y los moleskines sin menosprecios, eh? jeje Besotes miles....

Mentxula dijo...

Por cierto, se me olvidaba!! Hay otra estupenda y divertida tienda a visitar en Lisboa a la que nos llevó gustoso Mon y su K. 'A vida portuguesa'...como un museo!!

gus aneu2 dijo...

y que me dan ganas de ir yo mismo a comprarlos después de leerte. En cualquier caso lo apunto y lo busco, creo recordar que en el largo de calhariz hay también un cine porno muy fino y una cerería cristiana con un escaparate lleno de cirios que nunca dejo de sobrecogerme, además de el morro de un chevrolet o uncoche de esos americanos grandes y angulosos.
Ay! lisboa

------ dijo...

Vaya! Se acabó el anonimato. Observo que la campania (adoradas enies onde estáis?) ‘morrocotuda’ se torna en boomerang y me veo inducida por ella. Es verdad que Largo de Calhariz, rua concatenada a la calçada do Combro y la rua do Loreto, donde aparcó mal ese carro, es el lado plano de la cima, como los cuadernos aquí mencionados. Rua corta entonces, pero llena de personajes si uno se para un momento a mirar, y yo me pregunto si no será que el bueno de Auster se haya dejado un cuaderno abierto y así campan a sus anchas gentes de todo tipo y condición. A senhora que expende estos cuadernos está muy contenta porque ha conseguido que le hagan una edición sin el maldito código de barras en la etiqueta. E mais portugués, dice, agora, som um pouco mais caros. Bueno, en esas estamos. Si consigo llegar hasta el mostrador, dado el cariz que está tomando esta empresa, compraré todo un lote y amigo Ugenio, viajes va a tener que torcer usted para llenar tantas y tantas páginas. Yo así lo espero, aunque el trazo se le complique por la edad, y la música con que los ilustra se vuelva más picante. Muchos anios (aquí, bien sabe ud, son anos) de controversias, acontecidos y lances en sus destartalados viajes. Y salud, mucha salud para todos.

------ dijo...

Ah! senihorita Lines, qué placer verla por aquí. Ha saltado usted como una pantera al mencionarle sus ‘moleskines’ (parece una parte del corpo). Si usted lo precisa, quiere que le pegue?

Wendy Pan dijo...

Qué bonita la historia de los 'cuadernos portugueses'. Siempre las mejores historias son sobre las cosas más sencillas.
Besotes a Nom Sand por el detalle de enviartelos jeje

Mentxula dijo...

Gracias Mon, sé que lo dices con toda la buena voluntad del mundo, pero de momento, no preciso que me pegues.
De momento, con que me mandes callar de vez en cuando, tengo suficiente. El sado lo dejaremos para otra ocasión. Este no es el foro adecuado. Has dejado escapar uno de mis grandes secretos...¿Porqué creéis que éstoy con N.? No veas como zurra!!

EL AVENTURERO dijo...

si, N tiene pinta de manejar la fusta como un maestro

------ dijo...

Seniorita Lines, pienso que ha habido una confusión. Quizás sea mi manera confusa de explicarme y esas cosas, pero nunca pondría la mano encima de usted, salvo par darle un abrazo o bailar un chótis, si se presta, aunque no tengo ni punietera idea y me gusta casi tan poco como los tunos. La cosa era que me ponía en sus manos en el caso de que precisase poner al Aventurero ese en su sitio, porque ni él ni nadie le toca los 'moleskines'. Era eso y nada más. Sigue en pie mi oferta. Que una cosa no quita la otra.

Mentxula dijo...

Ya, ya...ya hablaré contigo para hacerte encargos postugueses, antes de que te pires...Unas buenas fustas lisboetas, como dice el aventurero...que N. las gasta en ná...carnes duras que se le llama...Je, je
Ah! y cuando desees nos marcamos un choti...que no hay que mover mucho las caderas...jejejejeje

Mentxula dijo...

Cuando venga N. se lo voy a contar..que me quieres pegar!!

------ dijo...

.jo!

Mentxula dijo...

Smuack

Víctor F. Galván dijo...

Hola que tal???
Como puedo conseguir algun cuaderno de esos sin tener que ir a Lisboa,??? De hecho he entrado en este blog porque he puesto en el buscador "Cuadernos portugueses" gracias al libro de Auster. Gracias

javier dijo...

Se me ha borrado todo el comentario, largo detallado, que había hecho, lo que no ocurre en los cuadernos!!!!

javier dijo...

Vuelvo pues a empezar...

Hola amigo Vanguardista

Estábamos de vacaciones con mi mujer e hijo de siete años, invitados 6 días a Lisboa, por una amiga corresponsal francesa en la capital Lusitana. Ella había cogido días para compartir las vacaciones con nosotros y disfrutar con su hijo de nueve años que no ve mucho por falta de tiempo. Nos iba a guiar por la ciudad y por ello llegamos a Lisboa despreocupados e ignorantes. El primer día ocurrió la tragedia de Maderia y mientras paleábamos por las murallas de una fortificación de Sintra el Blackberry de la amiga empezó a vibrar frenéticamente. Quedó claro la noche misma que no podría servirnos de guía y que los días siguientes los pasaríamos sin ella y con su hijo en la ciudad desconocida. La mañana siguiente amaneció lluviosa y con ráfagas de viento. Cuando aclaró nos echamos a la calle sin más programa que coger el “eléctrico” que para a lado de su casa en le barrio de Graça e ir hasta el final de la línea en el jardín de Estrela. Les compré a los dos críos unas libretas para que consignarán todo lo que vieran porque íbamos de exploración. Y así lo hicieron de manera frenética a pesar de los frenazos y las sacudidas del tranvía y más tarde en el final de trayecto, ya en el parque de Estrela. Corrieron, jugaron en esa selva amazónica y dibujaron un moscardón negro azulado de descomunal tamaño aletargado en un banco. De vuelta nos subimos de nuevo en el 38 y paramos en la Calle de Calhino buscando un funicular que había entrevisto a la ida. Los chicos dibujaban y correteaban apoyándose en la vitrinas, las escaleras, las barandillas. El funicular estaba parado pero la vista era maravillosa. Foto. Luego pasamos delante de aquella vitrina y descubrí esos cuadernos. Supuse que eran típicos de Lisboa, para turistas, pero tan sugerentes et irresistibles… Compré uno. El resto del día y de la estancia los críos siguieron escribiendo y dibujando tranvías, insectos, monstruos, palabras incomprensibles y nosotros disfrutamos de la visita a la capital lusitana a pesar de la ausencia de la amiga, del balance de victimas, del temporal… De vuelta a casa, a París, he visto el cuaderno maravilloso y como no sabía donde lo he comprado ya que íbamos sin rumbo he entrado los datos “ papelería Calhindo” que he encontrado en una fotocopia que viene adentro en el Google y he caído sobre este maravilloso artículo. Los críos seguirán dibujando y escribiendo, observando e inventando historias con garabatos y palabras en libretas a 60 céntimos y mi libreta de lujo permanecerá en blanco. Aunque también imagino que soy escritor y voy escribir algo yo que nunca lo he hecho, una historia, no se… No lo haré. O quizás lo haga.
En cualquier caso, desde París, gracias amigo por prolongar ese viaje en el eléctrico 38.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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