miércoles, 21 de enero de 2009

Muertitos momificados

Una de las cosas mas impresionantes de Guanajuato es el Museo de las Momias. La ciudad cuenta con el mayor número de momias naturales en el mundo. El hecho de que se dé este fenómeno en México, un país donde la momificación no era una práctica común, despertó una fascinación por la muerte y sus misterios entre los lugareños y visitantes.

Lo más curioso es que los cuerpos están momificados de forma natural. El secreto está en las criptas arcillosas o calizas y el medio ambiente seco. El control de humedad y temperatura hace que la piel y los tejidos se deshidraten.

La terrible colección procede del panteón de santa Paula. Cuando la renta de una cripta no se actualizaba, se sacaba el cuerpo y si se encontraba momificado en buenas condiciones, estaba condenado a ser exhibido. Los cuerpos se colocaron en dos filas a los costados de un pasillo ubicado en el sótano del panteón, creando una imagen tan tétrica que en 1979 del cineasta alemán Werner Herzog rodó aquí la escena inicial de su película Nosferatu.

Al principio pensábamos que las momias provenían de la época colonial, si no de la azteca, pero resulta que alguno de ellos murió hace apenas una docena de años, mientras que la primera y más antigua de la colección, que corresponde al médico francés Remigio Leroy, fue exhumada en 1865. Después se expusieron los cuerpos de algun ahorcado, dos bebes gemelos vestidos de angelitos, una mujer embarazada con su feto momificado, otras disfrazadas con trajes típicos, asi hasta 111 cuerpos, en una exposición no apta para espíritus sensibles.

Os adjunto un video didáctico donde se explican los entresijos del museo con rigor científico.


3 comentarios:

Muskilda dijo...

Te noto un tanto macabro. ¿Tiene que ver acaso con el paso inexorable del tiempo? ¿Nos acercamos a la madurez? ¿Adios a Peter Pan? ¿Bienvenidas truculencias varias? Conste que no es una crítica. A mi me gustan las truculencias. Por cierto, no he podido ver el video.

Jose Felix Morales dijo...

Te recomiendo las catacumbas de Palermo, la cripta de los capuchinos de Roma y las capillas de los Ossos, en Portugal.

Anónimo dijo...

bueno, yo no iría a la expo, pero no me extraña; la relación de los mexicanos con la muerte es distinta a la nuestra-
SALUDOS.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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