viernes, 30 de octubre de 2009

Edificio Dakota

En 1880 cuando Edward Clark, el dueño de las maquinas de coser Singer, decidió construir un bloque de apartamentos eligió el Upper West Side de Manhattan, en lo que ahora es la calle 72, junto a Central Park West. En aquella época aquello debia ser un descampado tan remoto, que un amigo le comentó “para eso podias hacerlo en el estado de Dakota”, asi que el edificio se quedó con el nombre de Dakota. La extraña escultura de un indio en la fachada celebra la ocurrencia.

Quizas sea este indio el que atrae la maldición hacia el hombre blanco, pero lo cierto es que en este el edificio se han repetido sucesos trágicos y misteriosos durante toda su historia.

Boris karloff, uno de sus celebres inquilinos organizaba frecuentes sesiones de espiritismo, y el dia que murió los vecinos tuvieron que abandonar el edificio porque se movian hasta los lavabos. Por aquellos tiempos tambien lo frecuentaba el conocido brujo Aleister Crowley, que organizaba alli rituales satánicos en los que convocaba a las fuerzas más oscuras de la naturaleza.

Algo de eso debía saber Polanski cuando eligió el Dakota para rodar Rosemary´s baby (la semilla del diablo), una de las películas de terror mas perturbadoras de todos los tiempos. En una escena hace una breve aparición Sharon Tate, la mujer de Polanski. Poco después del estreno, Sharon, en avanzado estado de gestación, y otros cuatro amigos fueron salvajemente asesinados por Charles Manson y su lisérgica familia.


Pero seguramente el suceso mas famoso sucedió el 8 de diciembre de 1980, cuando Mark David Chapman espero a las puertas del Dakota a Jonh Lennon, que horas antes le habia firmado un autografo, y le pegó cinco tiros dejandole mas seco que la mojama. Curiosamente y como para cerrar el círculo, uno de los personajes que aparecen en la portada de Sargeant Peaper, el disco de los Betales, es Aleister Crowley, el famoso satanista que organizaba sus misas negras en el Dakota. Que movida ¿no?


8 comentarios:

Judax dijo...

No dormiría ni la siesta en ese edificio, me quedo en la taberna McSorley.

cosmopolitana dijo...

Y yo con Judax! Me dan muy mal rollo los edificios con este tipo de historia.

gus aneu2 dijo...

Sumo mi voto a la taberna McSorley.

Judax dijo...

Os espero con Pat en la taberna, ¿que os pido mientras llegáis?

EL AVENTURERO dijo...

pues, hala, todos a mc sorley

cosmopolitana dijo...

Pero que no se entere el Fugitivo que es más como un leprechaun.

Licenciado dijo...

Hala!! Todos al mc sorley!! Pandilla de pusilánimes!!

cosmopolitana dijo...

Ya me encargo yo de meter unas gildas de contrabando. Judax, pídeme un Gintonic cortito de ginebra con mucho hielo. Por cierto...yo no os conozco, cómo sabré que sóis vosotros? El aventurero que encabece una cadeneta!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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