domingo, 8 de noviembre de 2009

El Distrito de la carne


Una zona que se ha puesto muy de moda es el llamado Meat packing District, al oeste del Grenwich Village, a orillas del Hudson.

Hasta hace muy poco había allí más de 200 mataderos, desde donde se repartía la carne a los restaurantes y carnicerías de la ciudad y alrededores. Además había unos cuantos antros propios de los suburbios portuarios, frecuentados por prostitutas, matarifes y nocturnos irredentos. Las drag queens se apostaban en las esquinas oscuras y las ratas llevaban una opulenta existencia gracias a los despojos cárnicos que iban arramplando.

En los últimos años la zona ha experimentado un cambio radical. Aun quedan treinta y tantos empaquetadores de carne, pero ahora conviven con las tiendas de moda más caras y los diseñadores más exclusivos, Stella McCartney, Lucy Barnes o Alexander McQueen, y unos cuantos restaurantes clubs de demasiado postín. Las botas encharcadas de sangre de los matarifes resuenan en los mismos adoquines que los tacones rojos de los Louboutin de las top-models. Un barrio de contrastes excesivos, al que yo no acabé de pillarle la gracia.

Lo que sí me gustó fue una especie de jardín recién inaugurado, que discurre sobre la antigua vía de una línea de metro elevado. Entre otros muchos detalles, habían puesto tumbonas para que la gente pueda tumbarse un rato al sol, infraestructura que yo aproveché para echarme una siesta de Padre nuestro y orinal.


9 comentarios:

cosmopolitana dijo...

Quién es la rubia del dibujo?

EL AVENTURERO dijo...

una amiga

Muskilda dijo...

Ahhhhh.... Un día tienes que publicar una guía tipo "Los mejores lugares del mundo para sestear" o "Sesteando con el aventurero", o algo así. Será un best seller seguro.

Judax dijo...

Que todos los pequeños dioses de la naturaleza bendigan los jardines con tumbonas !!!!! Toda ciudad que se precie debiera tener unos cuantos, y cubiertos si fuera menester por cuestiones climáticas.

Te veo parco en palabras y esquivo en las respuestas. Han preguntado quien, y respondes a que, eso es una buena cintura (sigo aprendiendo de ti)

gus aneu2 dijo...

¿Y no dices nada del edificio blanco del fondo ese que te ha quedado tan bonito y hermana el Hudson con la Ría?

EL AVENTURERO dijo...

ese edificio no sé que era, un edificio que habia por alli, suimplemente, no tengo mas informacion

esa chica no sé quien era, una chica que habia por alli, suimplemente, no tengo mas informacion

gus aneu2 dijo...

Me equivoqué en el comentario anterior, la G me confundió, el edificio es de Ghery, una de las apuestas de la ciudad por dotarla de arquitecturas de autor:
http://www.nyc-architecture.com/CHE/CHE-041.htm

EL AVENTURERO dijo...

no jodas, es de ghery?
pues yo pasé al lado sin darle mucha importancia hasta que me puse a hacer el dibujo

gus aneu2 dijo...

Claro, como te ibas a dar cuenta si andabas detras de las rubias ;-)

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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