jueves, 19 de noviembre de 2009

Zona 0


Tal que el 11 de septiembre bajamos hasta la zona cero. Se cumplían ocho años desde que dos aviones secuestrados derribaron la torres gemelas del World Trade Center, dejando una huella de devastación en la ciudad como no habia conocido en toda su historia.

Allí sigue sin haber nada, solo grúas y un inmenso agujero rodeado por un alta valla, como para ocultar a los viandantes el contorno de la devastación.

Llueve intensamente y un viento implacable azota la mañana, acentuando el dramatismo de los actos de duelo. Tristes melodías interpretadas por una banda de música del Cuerpo de bomberos, en uniforme de gala, inundan el aire de solemnidad, mientras familiares y allegados leen en público la lista de todas las victimas en un intento vano de rescatar sus nombres del olvido.

Unos manifestantes llevan unas pancartas que dicen “The 11/S was a inside job”


6 comentarios:

Wendy Pan dijo...

... porque sigue aumentando el número de víctimas, no ya del ataque terrorista sino de la infamia de la administración Neoyorquina que governaba en aquel entonces y de todas a nivel nacional que sigue dejando de la mano de dios a todos aquellos que fueron en rescate de las víctima y recogieron los restos de aquél monumental desastre y acabaron mortalmente envenenados, con el beneplácito del ayuntamiento de NY y de la Casa Blanca.

ESO SÍ QUE ES TRISTE Y VERGONZANTE.

Muskilda dijo...

Es curioso, creo que todo el mundo se acuerda de lo que estaba haciendo ese día. Yo, delante de la tele, viendo en el telediario un accidente que había ocurrido en N.Y., un avión se había estrellado contra una de las Torres. Acto seguido, vi el segundo avión en directo. De ahí a estar pegada a la caja tonta toda la tarde.

Judax dijo...

Nunca sabremos la verdad sobre los sucesos de ese día. Ocultan muchas cosas, demasiadas.

Quizá el Aventurero, gran conocedor de historias varias, pueda ilustrarnos algún día sobre los aspectos oscuros de este dramático caso.

EL AVENTURERO dijo...

es verdad que muchos de los que participaron en las tareas de rescate han ido muriendo, fatalmente contaminados por exposicion a agentes toxicos

y efectivamente, judax, sé mas de lo que digo, pero no estoy autorizado a revelar mi información.

y tambien

cosmopolitana dijo...

Yo no sé lo que os podría contar de ese día...

Wendy Pan dijo...

(perdón por haberme puesto tan serie) ;P

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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