lunes, 25 de enero de 2010

El Haren


Tal vez la parte del palacio de Topkapi que más turistas atraiga sea el famoso Harén, un lugar que siempre ha despertado fascinación entre los occidentales.
La palabra Harén en árabe significa “prohibido”, y algo de prohibido y misterioso sigue teniendo el lugar, aunque en la actualidad se acceder mediante una visita guiada. El Harén de Topkapi está formado por un laberinto de amplias salas y angostos pasillos cubiertos de espectaculares azulejos.

El sultán era el único hombre que tenía acceso a esta zona del palacio, residencia de las esposas, concubinas e hijos del sultán, celosamente custodiada por los eunucos negros. Las jóvenes vírgenes admitidas en el harén imperial provenían del botín de guerra, de regalos de cortesanos o habían sido adquiridas en los mercados de esclavos.

Estas mújeres debían dedicar sus vidas a agradar al sultán y proporcionarle los mas refinados placeres. El resto del tiempo lo pasaban en esta jaula de oro, dedicadas a cuidar su belleza y su cuerpo, a la elección de telas y los perfumes. Tambien proliferaban los filtros y talismanes, las nigromancias y las artes mágicas, para intentar ser la favorita entre las favoritas.

De entre las jóvenes saraylis el sultán elegía a las tres mas bellas e inteligentes y les concedía los títulos de Primera, segunda y Tercera Concubinas Oficiales o kadins. Se sucedían en el rango y en el turno de noche, nöbet gecesi, en su dormitorio. Las ikbal eran las favoritas porque habían proporcionado al sultán hijos varones. Tras las esposas ocupaban el grado jerárquico las privilegiadas, gediklis. Un grupo seleccionado del Harén eran las elegidas, gözde, “en el ojo” del sultán. Las ustas y las kalfas ejercían como doncellas en distintos grados y la mas vieja de ellas, kâhya kadin, supervisaba y oficiaba como celestina, mediadora entre el harén y el sultán.


10 comentarios:

cosmopolitana dijo...

Muchos besos Aventurero!

EL AVENTURERO dijo...

muchas gracias, cosmopolitana

cosmopolitana dijo...

gracias las que tú haces...

Muskilda dijo...

Estoy pensando.... ¿Te gustaría una visita privadísima al haren del Sultán como regalo de cumple? Si conseguimos una máquina del tiempo, deseo concedido.
Zorionak y muchos besos, guapo.

EL AVENTURERO dijo...

seria un buen regalo

Alp dijo...

Aprovecho para matar dos pajaros (literal en este caso) de un tiro: Zorionak a tí y al sultán de Pozí, que cumplió años ayer y no recibe al móvil, pero estoy seguro te sigue en este blog. Brindo porque cumplas muchos más con lo que tengo más a mano, la tinta china del estudio. Y que yo lo vea. Y un beso además, majo.

Judax dijo...

Lo del harén es una fantasía masculina, pero habría que preguntar a las afectadas. Supongo que algunas estarían encantadas de librarse de otros destinos inciertos, pero si yo fuera mujer me parece que al sultán le iban a dar por el tántán, y si me tocará ser eunuco ... le extirpaba el ...

Eso de los lujos "asiáticos" no me acaba de convencer, para disfrutarlos hay que sacrificar demasiadas cosas ajenas, pero si lo dejamos en términos de fantasías o sueños, entre tod@s te regalamos una noche en el harén.

cosmopolitana dijo...

Judax, lo del Harén puede también ser fantasía femenina.

Judax dijo...

Correcto, es indiscutible, pero no me negarás el carácter masculino de la fantasía a un 99,99%. Es parecido a las conversaciones de fútbol, hay mujeres que hablan de ello, pero es en el ámbito masculino donde te dan la superchapa.

cosmopolitana dijo...

Hablando de fantasias... A mi me gustaria que el Aventurero me diera un dia un show con algo como una danza del vientre, por ejemplo.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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