lunes, 18 de enero de 2010

La fuente de los ejecutores


A la izquierda de la entrada principal del Topkapi hay una fuente que pasa inadvertida para el visitante apresurado. Parece un sencillo manantial, destinado a facilitar la costumbre musulmana de realizar abluciones antes de entrar en un recinto sagrado.

Pero su función era mas sombría: sus aguas servían para que el verdugo (que curiosamente ostentaba también el cargo de Jardinero Jefe) lavara su hacha tras las decapitaciones de los sentenciados por el Consejo Imperial. De ahí que se la llamara Cellât Çesmesi, o de los ejecutores.

Despues las cabezas eran expuestas en lo alto del muro. Algunos dias podian contarse por millares, dependiendo del humor del sultán. Asi que el trabajo de verdugo no digo yo que no tuviera sus compensaciones a nivel personal, pero su jornada laboral podia alargarse hasta las mil y monas. Y luego ponte a arreglar el jardín. No le quedarían ni ganas.

14 comentarios:

Muskilda dijo...

Cómo me gusta que nos hagas un repasito de Estambul...

cosmopolitana dijo...

A mí también me gusta que se reciclen las entradas. A a veces los bloggeros van muy rápido y no se puede comentar con fundamento.

Judax dijo...

Menos mal que han cambiado los planes de estudios, ahora en jardinería se ve por encima lo del hacha y las ejecuciones

EL AVENTURERO dijo...

eh, eh! que no son entradas recicladas!
vale, que no es un viaje reciente pero son dibujos y textos ineditos

EL AVENTURERO dijo...

tienes razon judax, ahora en FP son especialidades distintas, jardineria y pena capital

Alp dijo...

En mis tiempos de la Uni, junto con la asignatura "patillas 3" (que Cari, Guti y quien suscribe aprobamos "cum laude") teníamos una troncal llamada "Introducción al paisajismo", pero núnca pasamos de los azotitos y algún que otro latigazo. Es como con Historia del Arte, que jamás pasas del siglo XIX, y claro, luego te ponen el Guggenheim y te da por preguntar si la invasión marciana ha comenzado y yo con estos pelos.
Por cierto, aventurero mentirero, en tu entrada del 13 de enero, el dibujo se parece sospechosamente a otro publicado el 12 de abril de 2008. Por comentar.
Y una cosa más para esas dos que en breve se van de rule: el lunes vi en la tele que Estambul, junto con otras dos ciudades que no recuerdo, es este año capital europea de la cultura.

Judax dijo...

Alp tiene algo de razón, son dos dibujos muy parecidos, pero que "muy muy muy" parecidos.

Quizá debamos enviarte un jardinero que te refresque la memoria.

Anónimo dijo...

Precisamente tengo un primo, Eddy "Manostijeras", de la rama siciliana de los Gómez, experto jardinero él que estudió con el plan antiguo, y lo mismo te corta un seto que te pone unas babuchas de hormigón. Lo digo porque en mi "famiglia" la mentira es una falta al honor, aventurero...

Alp dijo...

¡Vaya hombre, que me pasa como a Marina y se me olvidó firmar el anterior!

EL AVENTURERO dijo...

jo, es verdad
ya habia utilizado el dibujo para otra entrada y no me acordaba

marina dijo...

Alp! copión!

Muskilda dijo...

A algunas nos gusta que las personas cometan errores. Te hace mucho más interesante, si cabe, aventurero. Mucho purista veo yo suelto.

cosmopolitana dijo...

Yo al Aventurero se lo permito todo. Que se repita, que recicle, que mienta...Que PEdazo de PErsona que es!

Alp dijo...

Demasiado tarde avventuriero; Eddy está en camino...
No es nada personal. Sólo negocios...

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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