viernes, 8 de enero de 2010

Tradición talmúdica

En las inmediaciones de Peter Luger, se asienta una de las colonias judias mas grandes de Estados Unidos. Cuando se construyó el puente de Willimasburg, a principios del siglo XX, gran parte de los ultraortodoxos abandonaron el Lower East Side de Manhattan y se establecieron al otro lado, en Brooklyn,

Rodeados de una zona de mayoría latina, los judios hasídicos conservan intacta su identidad. Su anacrónica indumentaria los hace facilmente reconocibles. Al atardecer pasean por el barrio con sus negras levitas y sus tirabuzones, ajenos al ajetreo de la metropolis, con una calma ancestral, heredada en la noche de los tiempos. Aferrados a sus tradiciones, los hijos de Israel deambulan por los suburbios de la Gran manzana, añorando la Tierra Prometida.


11 comentarios:

Wendy Pan dijo...

... y obligando a sus hijas a casarse con sus primos-hermanos ¬¬

EL AVENTURERO dijo...

Solo si esa es la voluntad de Jehová

cosmopolitana dijo...

En un viaje NY-París me tocó con toda una familia de ellos justo detrás, eran como 13 y el patrierca de la familia, en cuanto se metió el sol, empezó a "purificarse" la sangre a grito pelaó en medio del avión. De un Galdakanes lo hubieran echado, directamente! Menudo viaje...

Judax dijo...

Por mi nick no puedo hacer comentarios, pero como solo es un nick ... me los he tropezado en Amsterdam y en París, nunca me han hecho nada ni he hablado con ellos, jamás me han despertado ni curiosidad, solamente me atraen los barrios en los que viven o tienen la sinagoga.

Apagan con sus vestimentas el colorido de las calles, pero son como algunas especias, una pizquita le da gracia.

cosmopolitana dijo...

Yo de vez en cuando veo a las mujeres en el supermercado. Tienen rostros anacrónicos. No se puede saber si tienen 20 o 40 años. Van muy tapadas, nunca llevan pantalones y están obligadas a raparse el pelo y luego llevar una peluca la cual a su vez cubren con un pañuelo.

A mí la curiosidad que me despiertan es cómo sobreviven los veranos neoyorquinos?

Wendy Pan dijo...

a ese tipo de barbaridades es a lo que me refiero yo, no soporto a los fanáticos absurdos, lo siento.
Por muy exótico que pueda parecer (ojo, nada contra los judiós, at all)...

cosmopolitana dijo...

Estoy con Wendy Pan! Exóticas son las orquideas que yo he visto en Costa Rica, unas niñas obligadas a llevar cierto atuendo y a seguir ciertas leyes de exótico no tiene nada.Pero claro, el Burka luego es una barbaridad.

Judax dijo...

Estoy de acuerdo, pero los niños también están puteados. El fanatismo no perdona, castiga a todos, aunque cierto es que en el 99'9999999999999% las mujeres llevan la peor parte. Lo que no entiendo es porque luego desde el papel de madres reproducen el mismo esquema, pero siempre ha sido así.

En un planeta sin religiones se evitarían gran parte de los talibanismos, pero siempre quedaría alguno dispuesto a liarla en nombre de cualquier cosa

cosmopolitana dijo...

Por cierto Aventurero, al tipo del dibujo le has puesto tipo Rasta y ellos llevan un solo tirabuzón a cada lado.

natalia dijo...

sin meterse con nadie... hasta cierto punto.yo tuve una movida guapa con un patriarca de alguna de las doce tribus en el ferry de staten island.Quería sacar unas fotos del skyline, que es para lo que uno hace el trayecto a la intemperie y allí estaban abraham moises jacob y compañía sin moverse de la baranda, ignorando mi presencia y la de mi ansiosa cámara.educadamente les pedí que por favor se movieran un poquito.ni caso, ni me miraban.Empecé a mosquearme pero no cejé en el empeño.Niente, la mujer invisible.como todas las mujeres para ellos.Hasta que empecé caguenlaleche a despotricar en castellano cervantino.Yahvé, sus miradas me helaron la sangre! pero se quitaron

Hoteles en Melgar dijo...

Siempre me han causado mucho interés.
Espero que cuando viaje a NY pueda conocer más acerca de ellos.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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