lunes, 1 de febrero de 2010

La columna sudorosa








En la puerta norte de Santa Sofía hay una columna muy famosa, llamada Aglayan sütun, “la columna que transpira”.


Se dice que en su base se apareció San Gregorio el Taumaturgo y que el santo trasmitió a esta columna la capacidad de segregar su propio sudor, que tiene el poder de curar los ojos y dar la fertilidad a las mujeres.

Otras leyendas sugieren que la columna llora de pena por el Sultán Ya Vedad, que no sé quien era, pero supongo que grandes debieron de ser sus aflicciones para hacer llorar a las piedras, tan duras ellas. Sea como fuere y no sé porque razón, la columna está húmeda.

Es costumbre introducir un dedo en un agujero que hay en la base y pedir un deseo. Si el dedo se humedece, el deseo se cumplirá.

Yo introduje el índice en el hueco y pedí que cese ya tanta barbarie y tanta guerra en el mundo, como las misses, pero parece que ese deseo excedía las capacidades de la columna, así que volví a intentarlo y pedí un kebab de cordero, y esta vez sí, mi deseo se vio cumplido.

12 comentarios:

EL AVENTURERO dijo...

botellita y coco para el visitante nº 88.888

Judax dijo...

AAAAAaaaaaaaahhhhhhhhhhh !!!!!.

Una vez más, el premio es mío. He metido el dedo corazón en un agujero de una columna de cemento, y con tanta lluvia estaba mojada la columna, mi dedo y un humilde servidor, así que mi deseo debería cumplirse: quiero una botellita y coco por ser el rey del ocho.

Hacía mucho que no pillaba un capicúa.

Judax dijo...

AAAAAaaaaaaaahhhhhhhhhhh !!!!!.

Una vez más, el premio es mío. He metido el dedo corazón en un agujero de una columna de cemento, y con tanta lluvia estaba mojada la columna, mi dedo y un humilde servidor, así que mi deseo debería cumplirse: quiero una botellita y coco por ser el rey del ocho.

Hacía mucho que no pillaba un capicúa.

Alp dijo...

Hasta donde yo sé, lo que pediste fueron misses como hacen tánto bárbaro y guerrero del mundo, y no al revés, y el kebab lo pagué yo. Hay que joderse con el aventurista...

Muskilda dijo...

Voy a abstenerme de hacer chistes fáciles con los agujeros húmedos y los deditos, pero reconoce que los dejas a huevo, aventurero...

cosmopolitana dijo...

Muskilda, yo por eso hoy no comento nada.

gus aneu2 dijo...

Pués no sé que quieres decir Muskilda, el aventurero lo dice muy claro, el agujero está húmedo y se cumple el deseo o está seco y no se cumple, no sé que otras lecturas se le puede dar a eso.
Por cierto aventurero, ¿no vas a segir con NY?

cosmopolitana dijo...

Yo creo que Grand Central Station se merece una entradita.

EL AVENTURERO dijo...

pues botellita y coco para judax, te lo envio a las calzadas de maiona.

alp, igual tienes razon y lo que pedi fueron misses. En cuanto al kebab no recuerdo como llegó a mis manos

muskilda, cosmopolitana: sois unas enfermas

gus, quizas ponga alguno mas de NYC mas adelante, tengo algunos bocetos sin terminar

cosmopolitana dijo...

Enfermas???

Te dedico éste palíndromo:

Yo haré, sola, poemas. Oid!
A Eugenio leí hoy
Yo hiel
Oí, negué a Diós, amé
Opalo será hoy.

EL AVENTURERO dijo...

arena me doy, doble dana,
dana del body o de manera

cosmopolitana dijo...

je,je,je gracias Aventurero por intentarlo.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes