jueves, 26 de septiembre de 2013

Guendulain y el caballero de Ayanz




Ascendiendo hacia el alto del perdon bordeamos las ruinas del antiguo poblado de Guendulain con su palacio y su iglesia. Aunque tiende a pasar desapercibido, resulta que este lugar anodino y esas piedras desmanteladas vieron nacer a una de las figuras mas sorprendentes de la historia: Jerónimo de Ayanz y Beaumont, Conde de Guendulain, (1553-1613), inventor hace mas de 400 años de aparatos tan modernos y dispares como el aire acondicionado, el submarino y la maquina de vapor.

 Es esta una de las historias mas fascinantes que haya contado nunca en este blog. Jerónimo de Ayanz fue un auténtico genio, y aunque hoy es totalmente desconocido incluso para la mayoria de los navarros, en su época fue muy famoso por sus dotes como inventor, pero tambien como político, militar y aventurero. Ademas también fue músico, empresario, cosmógrafo, geógrafo, pintor…una de las grandes figuras del Siglo de Oro.

De gran fortaleza física, combatió como militar, entre otros muchos sitios, en Túnez, San Quintín, Flandes, Portugal, y las Azores. Incluso Lope de Vega le dedicó un poema por haber desmantelado un complot francés que tenía como objetivo asesinar en Lisboa a Felipe II.

 Fue caballero de la Orden de Calatrava y Diputado del Reino de Navarra en las Cortes de 1628. Desempeñó varios cargos públicos, y en lugares muy variados; regidor de Murcia, Gobernador de Martos y, sobre todo, administrador general de las minas del Reino de España desde 1587 por nombramiento de Felipe II y por tanto, gerente de las 550 minas que había en España y de las que se explotaban en los territorios de ultramar.

 En este cargo se empeñó en solucionar los dos principales problemas de las minas de la época: el de la contaminación del aire que había en su interior, y el de la acumulación de agua en las galerías; y para los dos problemas encontró una solución. Inventó un sistema de desagüe mediante un sifón con intercambiador, haciendo que el agua contaminada de la parte superior, procedente del lavado del mineral, proporcionara suficiente energía para elevar el agua acumulada en las galerías. Este sistema inventado por el navarro hace cuatrocientos años fue ni mas ni menos que la primera máquina de vapor.

Además ideó un sistema para enfriar el aire del interior de las minas empleando un artilugio con nieve. Este sistema de aire acondicionado que nuestro hombre acababa de inventar, se estrenó con éxito en las minas de plata de Guadalcanal (Sevilla)y no volvería a verse hasta el siglo XX. 

 Pero es que este señor nacido en Guendulain, barruntó mucho otros inventos absolutamente revolucionarios: sistemas mecánicos de extracción de mineral, molinillos, hornos perfeccionados, columnas destiladoras, balanzas de gran precisión par discernir pesos de hasta menos de un gramo, "capaces de pesar la pierna de una mosca".

  Aportó importantes avances y descubrimientos dentro del curioso mundo de las brújulas, así como en la teoría de la declinación magnética. Hizo, una máquina para los barcos que convertía el agua marina en agua dulce, y por tanto potable. También un aparato que servía para achicar el agua de los barcos y de las minas. Mucho antes que Isaac Peral, el navarro de Guendulain ya había inventado algo parecido al submarino, una especie de barca cerrada a base de tablas calafateadas, diseñada para navegar por debajo del agua mediante un sistema de remos; dotado de un sistema de renovación de aire, y también de un curioso sistema de pinzas o guantes que permitían al ocupante coger objetos del exterior. 

 Tambien en el mundo subacuatico Jerónimo de Ayanz desarrolló otro afortunado invento, el traje de buzo submarino. La demostración de este invento se hizo, en las aguas del río Pisuerga, ante la presencia del rey Felipe III en agosto de 1602,. Todo la Corte asistió en silencio a la inmersión de un hombre ataviado con un traje diseñado por el navarro. Estuvo aquél buzo a varios metros de profundidad durante algo más de una hora, hasta que se dio por concluida la demostración, no porque el buzo no aguantara, sino porque el rey ya se habia aburrido. 

 Porque Ayanz no se conformaba con diseñar sus inventos en papel, como hacía Leonardo Da Vinci, con quien se le ha comparado merecidamente. El navarro, ademas, los demostró, los materializó, y los construyó. Hay que añadir que el número de inventos del navarro, con mas de cincuenta ingenios patentados, fue superior en cantidad y en importancia a los de Leonardo Da Vinci. Lo más curioso es que todos estos inventos los realizó Ayanz entre los años 1598 y 1602. Después no se a que se dedicaría, porque vivió bastantes años mas. 

 Y aun asi ¿quien ha oido hablar del caballero Jerónimo de Ayanz y Beaumont? Ni Blas.

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amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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