viernes, 10 de octubre de 2008

Merindades



Este fin de semana hemos estado en las Merindades, en el norte de la provincia de Burgos. Y es que para hacer un viaje morrocotudo no hace falta irse a Honolulu. Aunque hay que reconocer que un viaje a Honolulu suele resultar mas morrocotudo que un viaje a las merindades, a no ser que seas de Honolulu, en cuyo caso las merindades pueden parecerte muy exóticas.

En fin, que os pongo aqui un dibujo de Puentedey, que es un sitio bien bonito en la merindad de Valdeporres. El pueblo se edificó sobre la roca horadada por el rio Nela, formando un puente natural que explica la nomenclatura de la pedanía (puente de dios).

Judax, antiguo compañero de colegio y asiduo de esta pagina (hizo la entrada nº 44.444 el otro día), solía ir a menudo a Puentedey hace años. Sirva este dibujo como premio y agradecimiento a su constancia.

5 comentarios:

gus aneu2 dijo...

¿Y pesca el aventurero vajo la mirada de dey o era ul lugareño que daba ambiente a la imagen?
("Judax cuatrero", nuevo título honoríficomorrocotudo)

Anónimo dijo...

No tengo palabras para agradecer un premio tan valioso. Solamente invocar el recuerdo de un día en el que, estando un servidor en Puentedey holgazaneando un día de calor castellano, vi arribar una expedición comandada por el Aventurero, una vez realizadas las salutaciones dimos paso a un opíparo banquete compuesto por morcillas y huevos fritos, tras llenar nuestras panzas se impuso un reconocimiento de la zona para facilitar la digestión.

Espero que en este tu segundo viaje a Puentedey los lugareños te hallan agasajado como te mereces.

EL AVENTURERO dijo...

Lo recuerdo bien, judax.
Intenté encontrar el bar donde comimos pero creo que ya no existe, solo habia uno en la carretera.

Anónimo dijo...

Existe existe, estaría cerrado. En esta época del año es difícil asegurar cuando está abierto. Es una lástima que no pudieras gozar con un plato de ese increíble jamón del que disponen.

Deberás volver para catar ese manjar, y quien sabe, si fuera en verano, quizás el Aventurero pueda gozar de un baño en ese paraje sin par.

Si en otra ocasión decidiras aventurarte por la zona sería un placer informarte de unos maravillosos parajes de los que disfrutar en tus correrías.

Wendy Pan dijo...

Y pensar que en el tapalma (fusión de tapas y Palma, cosa banstante marciana en este pueblo) voy y me encuentro con "cojonudas" en la vitrina de las tapas. Qué morriña que me entró..., y qué envidia que me dais, vosotros norteños ;·D

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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