jueves, 30 de octubre de 2008

ojito


Ahora tengo una vision mucho del mundo mas lucida: me he operado de la miopia.

Se acabó la imagen del aventurero gafotas, se acabó la visión distorsionada, se acabó la estrechez de miras que tanto me han achacado mis detractores.

Por cierto mis detractores parecen legión: el fugitivo del amor, sozialaren lagunak, la extraña pareja. Sin embargo son todos el mismo. Detras de todos esos seudonimos se esconde la mano oscura de Amama Isa, el pérfido relaciones púbicas del social.


10 comentarios:

------ dijo...

..pues vamos a por él. Enhorabuena, ahora podrás ver que nada sigue en su sitio sino todo lo contrario.

Muskilda dijo...

¿Asía que por fin podremos ver más de cerca esos ojazos verdes, rodeados de esas inmensas pestañas? Estamos de enhorabuena.

Anónimo dijo...

Has abandonado el grupo de los gafosos !!!!!! A pesar de tan vil acción no pienso recriminarte. Suerte en tu nueva andadura.

Judax (no consigo enviar el mensaje con firma, grrrrr ....)

Kultur Basauri dijo...

Para mi que Eugenio ha afeado. Las gafas le daban un toque personal, como de despistado encantador. Ahora, sólo parece despistado.

Wendy Pan dijo...

Aaaaah, por fín podrás lucir semejante preciosura de ojos en todo su esplendor.
Bravo!

gus aneu2 dijo...

¿Y le has preguntado al doctor si tu visión del mundo se verá ahora alterada tras la cirugia ocular? ¿Y la de tus dibujos?

Wendy Pan dijo...

Nop, estoy segura de que eso estaba en la letra pequeña del contrato cirujanil: "no alterar, en ningún caso, la visión del mundo mundanal mundial, ni la percepción dibujil del sujeto".

Besotes

gus aneu2 dijo...

Y la percepción ¿qué hay de la percepción?

Anónimo dijo...

tengo muchas ganas de ver tus preciosos ojazoss. me gustaran tanto como antes pero los veré sin antifaz

EL AVENTURERO dijo...

gracias a todos
La percepción se mantiene intacta, tal y como prometió el equipo médico.
Ahora, eso sí, he afeado un poco. Por una vez debo darle la razon a socialren lagunak.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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