miércoles, 30 de diciembre de 2009

Feliz año nuevo


Esta mañana habia un camión municipal regalando ramos de flores. Anda, que gracioso. Me he acercado a por uno y les he preguntado el motivo de la campaña. Quizas la navidad, o alguna otra actuación altruista sea la razón de la generosa promoción. Pues no. Resulta que provenían de un decomiso que hicieron ayer en el aeropuerto de Foronda. Al parecer pillaron dos toneladas de cocaina ocultas en un contenedor de claveles. Incautaron todo el cargamento y ahora estaban repartiendo las ramos entre los paseantes.

Yo ahora estoy quedando como un caballero repartiendo los claveles entre las señoritas, avidas de atenciones, redimiendome de todas las desatinos cometidos durante el año.

He preguntado si en otro camion estaban repartiendo la farlopa pero me han dicho que no, que esa se la quedan ellos.




Bueno, pues eso, que tengais un año muy bueno

9 comentarios:

gus aneu2 dijo...

Feliz año aventurero, y demás amigos morrocotudos.

cosmopolitana dijo...

Besos desde Nueva York a todos los de esta nueva cuadrilla morrocotuda. Happy New Year!

Judax dijo...

2010 saludos a todos, y a ver cuando reparten lo incautado

cosmopolitana dijo...

Bueno, voy yo a lo mio por la calle y el Aventurero me da una flor y...y que se quite todo lo demás.

marina dijo...

Uge!! yo tengo una cosa con el 2010... me da que viene bueno. Por mi y por todos mis compañeros... te comento...

EL AVENTURERO dijo...

comenta, marina, comenta

marina dijo...

de momento tu blog ya se ve arreglado. Vamos bien!

EL AVENTURERO dijo...

si, me lo ha arreglado tu jefe

Wendy Pan dijo...

Feliz Año Nuevo, compañeros-amigos viajeros!
Malegro, Venturero, que las flores se hallan reciclado y no hayan acabado en la misma barbacoa que 'lo otro'. Empezamos bien el año, con un poquito de sentidocomún.

Aquí, desde la distancia, me doy por "claveada" ;D

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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