Una curiosa historia dio origen al nombre de esta calle sevillana y al busto de Pedro el cruel, que se halla en una de sus esquinas.
El cadáver de un importante caballero había aparecido abandonado en la calle y su influyente familia exigió la cabeza del asesino. Tanta fue la presión que el rey prometió justicia y, fiel a su palabra, entregó una caja de madera, asegurando que en su interior se encontraba la cabeza del criminal, exigiendo a cambio que la caja permaneciera cerrada mientras él viviera. Cuando se abrió la caja resultó que había un busto del propio rey.
Pedro I había cumplido su promesa, ya que había sido él mismo quien mató en un duelo al caballero a consecuencia de algún turbio asunto de faldas.
Los sevillanos supieron apreciar la broma y le dedicaron una calle, donde se encuentra expuesto el busto.
amica veritas, sed magis amicus plauto
Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.
En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.
Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.
Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.
Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.
En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.
Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.
Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.
Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.
9 comentarios:
Asi que un inglés espantao por la riqueza, la grandeza y las bilainikas. Qué cosas
que eso es de la entrada anterior
Perdón, el navegador está como desconfigurado, debe estar impresionado aún por los brillos de titanio de la joven Bilbo
el otro dia me lo dijeron; se visuliza bien con el internet explorer, pero si utilizas otro navegador, el rapide no se qué, se desconfigura y se ve cada cosa por un lado sin orden ni concierto
Pues eso me debe pasar a mi que uso el Firefox y salen unas entradas bien y otras todas desparramadas, en fin...que lo que comentabas hoy, no sé porqué pero me ha hecho acordarme del milagro de Sto. Domingo de la Calzada donde cantó la gallina después de asada, supongo que lo conoces, no?....sino, investiga ;-)
... y salvo a un joven de la horca, aún guardan las gallinas en la catedral, y en el albergue de pergrinos las de repuesto.
A mi me pasa eso con el firefox, con safari sí que se ve como el aventurero quiere que se vea, cada canción con su entrada y en el lateral el directorio y esas cosas.
La tércnica, que nos sobrepasa
Aiiins, es que hay que pensar con la cabeza, aunque sea con la del Rey don Pedro (agujereador de ultrajes.., aunque a saber quién había ultrajado a quién...XDD).
Creo que esta entrada le gustaría mucho a Lenka.
Besotes ultrajados, digooo ultraventureros
Una gran, gran historia... cuanto menos, curiosa
a ese me referia, al firefox, no se porque descojona el formato
claro que conozco a santo domingo y a su pollo riko, y he visto las gallinas en la catedral
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