lunes, 16 de marzo de 2009

castell

Hace tiempo hice otro viaje a Barcelona con Miguel Ortiz. Alli asistimos a una de esas exhibiciones de castellets humanos que se suelen hacer en Cataluña.
Una colla castellera se compone varios pisos culminados por un niño llamado anxaneta.
Los castellers tienen un lema: "Fuerza, equilibrio, valor y juicio".


Este lema resume las características de un buen castell. La fuerza se demuestra en la piña o piso inferior. Se compone de personas corpulentas y, aunque su labor es menos vistosa, es la sólida base que sostiene toda la torre.

Pues bien, Miguel y yo observábamos la colla como meros espectadores, pero en cuanto nos vieron los organizadores, nos invitaron a participar en la piña. Seguramente les habia impresionado no solo nuestra extraordinaria corpulencia (ambos pertencemos al Selecto Club de los Tres Dígitos), sino tambien nuestro equilibrio mental.

Mucho y bueno debimos aportar a la construcción del castellet, porque se apresuraron a ofrecernos un contrato indefinido en excelentes condiciones laborales. Objetamos la lejanía física y cultural, ya que ámbos residiamos en Bilbao, pero aun así no desistieron. Se ofrecían a pagarnos los viajes en avion, dietas, honores. Finalmente declinamos la oferta con firmeza porque a los miembros del Selecto Club de los Tres Dígitos no se nos compra a golpe de talonario, sino razonando a base de txistorra y tocineta.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

57875 visitas, otro capicúa palindrómico. Parece que estoy abonado a esas mágicas cifras.

Tengo que hacer la primitiva, a ver si se me da igual de bien y puedo regalar al Aventurero con una merienda sin par, aunque en el asunto de las primitivas no parece se me den tan bien los números.

gus aneu2 dijo...

¿Me puedo apuntar a la merienda?

Anónimo dijo...

Si me toca la primitiva cuento contigo, siempre y cuando el Aventurero no ponga objeción, cosa que dudo dado su carácter social.

EL AVENTURERO dijo...

por supuesto que te debes apuntar, gus, de hacho me dio bastante pena tenerme que marchar el otro dia en madrid, porque nos habiamos juntado alli una peÑA CURIOSA y me lo estaba pasando bien, pero ya hbara mas ocasiones

como esas merienda conb judax que es un tipo estupendo

gus aneu2 dijo...

Pues ya tengo ganas, ya, de que le toque a Judax la primitiva, y seguro que él más ganas incluso que yo.
Y sí que fue una pena que tuvieras que irte tan pronto, y de que mis obligaciones con la fama apenas me dejará tiempo para charlar un poco más, pero bueno, lo de aranda pinta bien, y si quieres mirar de hacer algo tú en el guau lo hablo.

Wendy Pan dijo...

Ayyyyyyyyyyyyyyy, qué envidia me das VEnturero, no por la oferta de 'casteller' sino porque has podido ir a ver la exposición de nuestro querido GUS. Eso sí que apena mi corasonsito y, encima, no te he llamado!
No tengo perdónd e 2! Pero esto de las oposiciones me tiene sorbida el seso.
Si al menos tuviera tu mail...

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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