lunes, 23 de marzo de 2009

chips y oscars

He estado estos dias en Madrid, donde tuve la oportunidad de acudir al estreno de la última película de Almodóvar y la posterior fiesta en el Círculo de Bellas Artes. Alli me reencontré con Penélope Cruz, después de largo tiempo sin vernos.

La última vez que estuvimos juntos fue hace unos diez años. Habíamos quedado unos cuantos, entre los que se encontraban Pe y Mo, para acudir a un concierto de B.B. King y Raimundo Amador en la Plaza de las Ventas. A mitad de la actuación, Penélope me miró a los ojos con esa expresión suya tan cautivadora y me preguntó sin rodeos:
“¿quieres patatas fritas?” Yo dudé unos instantes, abrumado por lo directo de la propuesta, pero me armé de valor y le respondí solemne

“Si, quiero”. Ella se levantó a comprar el paquete de patatas y a su regreso me hizo entrega del mismo, dando yo cuenta de su contenido con gran celeridad. Para los incrédulos, aporto como prueba irrefutable la bolsa de patatas que me regaló, en soporte fotográfico.

Como os decía, la semana pasada volvimos a coincidir en el preestreno de Los abrazos rotos. Nos miramos y nos reconocimos inmediatamente. No intercambiamos ni una sola palabra. No hacía falta. En sus ojos almendrados pude leer claramente el mensaje: “
Joder, ya está aquí otra vez el de las patatitas. Y yo que pensaba que ya me habia librado de él. La próxima vez pido una orden de alejamiento”.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta ocasión no he pillado el capicúa, me he quedado muy cerca del 58085, ¿quien habrá sido el/la afortunado/a?.

Enterado de tu histórica relación con Pe, me gustaría saber que te pareció la película, o tan entretenido estabas con el famoseo que no la viste.

Wendy Pan dijo...

Pero qué bonico queres! Cómo va a pensar eso la Pe, con lo mona ques!!
Aiiiins, alma de cantarus! xDDD

EL AVENTURERO dijo...

Vi la pelicula, si.
y bueno, tiene algunos hallazgos visuales potentes, pero en general desvaria un poco, quiere contar demasiadas cosas y algunas quedan en el aire sin explicar y otras las explica demasiado. Aparte de cierto narcisismo, que se permite y se puede permitir, yo creo.

wendy, tu si que eres bonica, bonica del tó

EL AVENTURERO dijo...

que sera eso de nbalike? suena a spam

Anónimo dijo...

No suena a spam, lo es.

Si ese paquete de Lay's tiene 10 años, se conserva maravillosamente. Tanto que hasta ha adoptado la reciente promo de Adidas. ¿Será esa la razón de que Nike te bombardée con spam para contrarestar la publicidad de Adidas?

EL AVENTURERO dijo...

ahi has patinado, judax, porque esa bolsa de lays efectivamente tiene unos cuantos años y esa publicidad de adidas no tiene nada de reciente

Anónimo dijo...

Cachis, era un farol.

gus aneu2 dijo...

Compartiré contigo no de mis scretos mejor guardados, cuando una chica te pregunté si quieres patatas tú dile que prefieres gusanitos, el recuerdo que dejes en ella erá imborrable, puedes creerme: gusanitos y fanta de naranja.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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