viernes, 4 de mayo de 2007

Audiencia real en el castillo de Windsor



Nada mas llegar al castillo de Windsor comprobamos que la bandera está izada.
La "Royal Standard" indica que la reina está en palacio. Perfecto, ya que nos hemos desplazado hasta allí con la ilusión de presentar nuestros respetos a su graciosa majestad, así que nos dirigimos a los aposentos reales, en la torre circular. La torre está vigilada por la Guardia real, pero estos soldaditos de plomo tienen la cualidad de permanecer impasibles por extraño que sea lo que sucede alrededor. La verdad, no sé para qué le vale a su alteza tanta guardia si lo único que hacen es esos cambios coreográficos. Como nadie nos dice nada, tranquilamente pasamos a saludar a la reina. Y la verdad es que es una persona encantadora. Nos quedamos cortos cuando la denominamos Su Graciosa Majestad: esta mujer es un autentico descojono. Nos estuvo contando anécdotas divertidísimas sobre su familia, que si la guerra del opio, que si la ejecución de Ana Bolena (haciendo algún malévolo paralelismo con lady Di) y, bueno, así todo el rato.
Nos invitó al té de las cinco y se nos pasó la tarde volando. Le comentamos que no debería tomar tanta mermelada de cáscara de naranja de la Cartuja, porque el tráfico las contamina y además los yonkis de Sevilla acostumbran a limpiar en ellas las jeringuillas. Nos agradece la información y asegura, con ese típico humor inglés, que hará decapitar por ello al Lord Chamberlain.
Total que, tras una agradable velada, nos despedimos de su alteza y volvemos a Londres a seguir viendo cosas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Estás de lo más trabajador con tu blog. Sabe algo la reina de tus trabajos para la Pinkerton? Es cierto el rumor de tu futuro nombramiento cómo Sir?. Demasiadas preguntas

JoFz dijo...

Que grupo tan agradable, ¿y es cierto que es un poquito tacaña?

JoFz dijo...

Por cierto, eso que hay sobre la mesa ¿son ferrero? que fina, como su tocaya.

Alorza dijo...

Uge, qué chulo te está quedando el blog. Estoy convencido de que te vas a convertir en una referencia en la blogosfera.

Tenemos que quedar para tunearlo un poco más.

EL AVENTURERO dijo...

ese judax, el nombnramiewnto de sir no es mas que un rumor; solo somos buenos amigos
efectivamente eran ferrero rocher, sorprendió al embajador con su buen gusto internaCIONAL

Teniente Colombo dijo...

Ugenio, no es por dar por el saco, pero o haces algo con la plantilla o Helen Mirren no te vuelve a invitar a pastitas.

A mí esta plantilla no me convence para tus aventuras, y eso que le tengo cariño, que llevo dos años y medio con ella.

Y a partir de ahora prometo no marear más la perdiz con el diseño que tú elijas, que pa eso es tuyo, pero tenía que decirlo.

EL AVENTURERO dijo...

porque no te convence, teniente?

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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