miércoles, 30 de mayo de 2007

Cosa tan fermosa nunca vide

Estuve en Cuba en el año 1999 . El Comandante aun no era el Coma Andante y el regimen castrista celebraba con gran boato el cuarenta aniversario del triunfo de la revolucion. 40 años desde que Batista huyera de la isla con trescientos millones de dolares en oro.
En este contexto, un amigo de Ordizia y su novia cubana habian decidido casarse en la Habana, para eliminar ese atlántico que les separaba.
Una delegación vasca, compuesta por Ane, Amelia, Clara, Fernando y un servidor (que concretamente era yo), partimos hacia alli, para representar a nuestras instituciones en la ceremonia, aprovechando la amable invitación
Llegado el dia de la boda, la juez les preguntó “¿persisten en contraer matrimonio?” y ellos persistieron, asi que contrajeron. En el momento cumbre de la celebración, cuando iban a cortar la tarta, se fue todo el mundo a ver la telenovela.
Ya que estabamos en Cuba, nos dimos unos rules por la isla y...¿qué te voy a contar, mi helmano? Sabrosura!

Como escribió Cristóbal Colón en su cuaderno de bitácora el 28 de octubre de 1492, cuando puso por primera vez el pie en Cuba, “Cosa tan fermosa nunca vide”

9 comentarios:

Gata animada dijo...

Qué bonito te ha quedado el dibujo, Bajito.
Yo estuve en Cuba en el 92, en pleno "periodo especial", y qué decir de esa gente y de esa isla, sobre todo de la gente...es mejor disfrutarla.
Tengo amigos allí (cubanos que conocí en Ghana, fíjate tú qué cosas) y este año vuelvo.
Qué suerte tengo ¿no?

Anónimo dijo...

Si tan buena fue la experiencia quizá merezca la pena repetirla a no más tardar, antes de que la isla vuelva a cambiar...

JoFz dijo...

¿y persiste el matrimonio?
Yo tengo un amigo que en la misma coyuntura va por el tercero, aunque el primero dolió, que cosas.

Anónimo dijo...

Persiste, persiste; que el trigueño es un poco cabezota y la muchacha linda, también.
La isla bien merece un viaje, y su gente, mucho más; pero ¡Atención!:
Las emociones buenas y malas en el trópico le pillan a uno descuidado -y más con unos traguitos de "chipetrén"-.

Teniente Colombo dijo...

A mí mi madre me insiste para que viaje a Cuba antes de que Castro muera, para que la conozca tal y como es ahora. Iré, iré, pero no sé si podré cumplir el deseo de mi madre, según está el patio.

Gata animada dijo...

Ve Colombo, ve. Cámbialo por lo del interrail.
Dónde va a parar...

Anónimo dijo...

enga viajero que en ese dibujo no se ven las bellezas cubanas

EL AVENTURERO dijo...

el matrimonio persiste y se multiplica, que ya van por el trecer retoño
kire, colombo, sin duda merece la pena ir cuanto antes
anonimo, cualquier dia de estos te pongo alguna mulatona que tengo por ahi

Jas dijo...

Pues tendré que trabajar muy duro para poder costearme un billetito a Cuba, aunque para cuando me toque ir el Tito Fidel ya estará devorado por los gusanos.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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