jueves, 3 de mayo de 2007

PRAIA DO FORTE


Mientras espero a que me sirvan un peixe recién peixado, desde la mesa de al lado un individuo llamado clementinho me cuenta chistes. Cada vez que acaba uno suelto una carcajada, pero lo cierto es que no los entiendo porque me los cuenta un portugués

Transcribo el único que entendí


CLEMENTINHO: Voçe sabe cual es o mes que menos falan as mulheres?
O AVENTUREIRO: Ni idea
CLEMENTINHO: Fevereiro
O AVENTUREIRO: Pues?
CLEMENTINHO: Porque es mais corto

7 comentarios:

Gata animada dijo...

¿el de la foto es Clementinho o tú recién afeitado?

Jas dijo...

Ya va tomando cuerpo esto, si señor, y con todos los dibujillos firmados, como debe ser...y la serpiente completa...muy requetebien...ale, a seguir poniendo y comentando. Un abrazo, Bajito

Jas dijo...

Solo una recomendación...LAS ETIQUETAS que ahora estan en la columna de la derecha en primer lugar, las pondría mas abajo, no son tan "importantes", pero vamos...es solo una apreciación mia ;-)

JoFz dijo...

Pues yo no la tocaría mucho más, me gustan los dos azules, el encabezamiento con la serpiente centrado, el dibujo de marraquech y el capitán tan a la derecha y el cuerpo central y a la derecha con las entradas.
Crreo que ya la tienes, ahora...
haznos viajar.

S dijo...

Quería decierte lo bien que creo que te ha quedado al fín, pero ya tienes un par de voces 'críticas' y con muchas ganas de ayudarte por aquí arriba. Así que un besote y felicidades. Nos visitamos.

Campanilla dijo...

¡Me gusta mucho tu blog, Bajito!, nos lo has hecho desear.

Un abrazo.

Jas dijo...

Ahora mucho mejor, las etiquetas ahí están muy bien, ya lo tienes!!!
Como dice el Tito Gus, ahora cuentanos tus viajes.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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