viernes, 19 de octubre de 2007

Tut y el valle de los reyes


Ni una brizna de hierba, ni una gota de agua. Tan solo la vanidad de unos hombres que creyeron ser dioses











A pesar de ser un faraón menor, Tutankamón siempre ha fascinado a los arqueólogos y estudiosos del antiguo Egipto.

Su prematura y enigmática muerte, así como la maldición que afectó a los que estuvieron implicados en su hallazgo ha rodeado esta momia de un halo de misterio

Su tumba intacta fue descubierta en 1922 por Howard Carter en el valle de los reyes, en Tebas. Carter estaba convencido de la existencia de una tumba que jamas habia sido saqueada, pero desconocia el lugar exacto. La entrada permanecia bloqueada bajo los escombros extraídos de la vecina tumba de Ramses.

Cuando por fin Howardr Carter y lord Carnarvon destaparon
la tumba de Tutankamón, hallaron los mas fabulosos tesoros que pudieron soñar, pero a la vez provocaron una serie de sucesos inexplicables.

Cinco meses más tarde, a lord Carnarvon se le infectó una picadura de mosquito, en la mejilla izquierda. Poco después falleció en un hotel de El Cairo, y en aquel instante, a la 1,55 de la madrugada se apagaron todas las luces de la ciudad. Simultáneamente, en Inglaterra, en su mansión de Hampshire, su perro aulló... y murió.

En los años siguientes, más de una docena de personas relacionadas con el descubrimiento murieron de forma violenta o poco habitual. El espíritu del faraón muerto, decían las gentes supersticiosas, había dejado caer su maldición sobre quienes profanaron su tumba.


4 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Se debió pillar el sumun de los cabreos cuando lo despertaron de su "sueño eterno" después de tantos cienes y miles de años, puto niñato! Qué culpa tenía el pobre perro.
Me cabrea enormemente cuando se cargan a las mascotas para "hacer sufrir" a sus estúpidos amitos... (fijaros en las pelis yankis, cuanto perros, gatos, conejos y peceras mil han caido bajo la estúpida ira-vengativa de los hombres-que no mujeres..., bueno el conejo sí...;) ).

gus aneu2 dijo...

Yo creo que el perro murio por lealtad hacia su amo, "si tú te mueres, yo me muero, que no te vas a librar de mi tan facilmente"
Y respecto a maltrato no hace falta ir tan lejos, em Medina del Campo aún ahorcan a sus galgos cuuando pierden una carrera, eso sí que es crueldad gratuíta, y de verdad, no en el cine.
Besistos Wendy

Wendy Pan dijo...

..., prefiero no pensar en "la realidad" eso si que es una maldición...

Anónimo dijo...

Soy el 10001? Muchas felicidades a los artífices de estos viajes virtuales y muchos años de salud informática

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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