miércoles, 9 de enero de 2008

Puentes sobre el Danubio


Antes de retirarse de Budapest los nazis volaron todos los puentes de la época del Imperio austrohungaro. Afortunadamente después de la guerra se reconstruyeron reproduciendo fielmente los originales.

Precisamente para recordar la barbarie que tuvo lugar en la ciudad durante la segunda guerra mundial, se montó una instalación artística al borde del Danubio. En algún punto de la orilla, una larga hilera de zapatos sorprende al visitante, como si algunas personas los hubiesen dejado allí y se hubiesen lanzado al rio a darse un chapuzón.

En dicho punto, los judios eran atados en parejas, y tras disparar a uno de ellos, eran arrojados al Danubio. La hilera de zapatos pretende recordar a aquellas personas, como si no hubiesen desaparecido, como si sus zapatos estuviesen aún esperando a que sus dueños saliesen del agua.


11 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Jo, que historia más triste para ilustrar un lugar (seguro) tan bonito, snif
Yo que venía alicaida porque en el sorteo de las entradas-invitación de "lo que tu sabes" (esto me ha recordao a Harry Potter XDDDDDD)me he quedado a las puertas, es decir la primera en la lista de los suplentes (es que somos de un organizao!).

Asín que me quedo con esa música maravillosa, todo un clásico en los conciertos de AÑO NUEVO

gus aneu2 dijo...

El ser humano ganaría cualquier concurso de crueldad del reino animal, de los mamíferos seguro, y tan asquerosamente creativo para todo... y eficiente, cuando quiere, señor.

ángela dijo...

me encanta que hables de los zapatos,yo me acerqué a ellos sin saber de qué se trataba y sin saber la historia y aún impresiona ver los pares de zapatos de múltiples tallas allí abandonados a la fuerza.....una forma muy sutil de recordar a sus dueños en una ciudad donde todos los comentarios de los visistantes giran en torno a sus puentes y a sus grandiosas construcciones.

Anónimo dijo...

No veo los zapatos en el dibu!! me estaré quedando ciega? Es grave aventurero?

by the way, tu conociste el árbol zapatero de las Calzadas de Mallona? Era maravilloso, pero nuestro insensible Her Azkuna no paró hasta que se lo cargó.

Un árbol cuyo fruto eran los zapatos, único en el mundo!Por qué le molestarán tanto a este señor las manifestaciones artísticas espontáneas?

Me pregunto... por hacer algo...

Wendy Pan dijo...

Qué pasa VEnturero, tas ido a París con la SEÑO??

Anónimo dijo...

Te dejo aqui el regalo de un bonito poema sobre viajes "Viaje a ïtaca" de Konstantino Kavafis, que tengo la suerte de haber compartido alguno de esos viajes contigo


Cuando emprendas el viaje hacia Itaca
ruega que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
A los Lestrigones, a los Cíclopes
o al fiero Poseidón, nunca temas.
No encontrarás trabas en el camino
si se mantiene elevado tu pensamiento y es exquisita
la emoción que toca el espíritu y el cuerpo.
Ni a los Lestrigones, ni a los Cíclopes,
ni al feroz Poseidón has de encontrar,
si no los llevas dentro del corazón,
si no los pone ante ti tu corazón.

Ruega que sea largo el camino.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que - ¡con qué placer! ¡con qué alegría! -
entres en puertos nunca antes vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finas mercancías
madreperla y coral, ámbar y ébano,
y voluptuosos perfumes de todo tipo,
tantos perfumes voluptuosos como puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
para que aprendas y aprendas de los sabios.
Siempre en la mente has de tener a Itaca.
Llegar allá es tu destino.
Pero no apresures el viaje.
Es mejor que dure muchos años
y que ya viejo llegues a la isla,
rico de todo lo que hayas guardado en el camino
sin esperar que Itaca te de riquezas.
Itaca te ha dado el bello viaje.
Sin ella no habrías aprendido el camino.
No tiene otra cosa que darte ya.
Y si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado
sabio como te has vuelto con tantas experiencias,
habrás comprendido lo que significan las Itacas.

Jas dijo...

Eyy Bajito, recibiste el mail que te mandé??...estarás para el pre-estreno de la Sra.??

Wendy Pan dijo...

Nostá..., ande sabrá metío?

Anónimo dijo...

Rídiculo. como os interesa eso????
Tengo que confesar que hay articulos, en pocas cantidades, que son buenos. ESTE NO. Wendy, gustavo, marina, angela... no teneis ni idea. Me meteré en el siguiente BUEN comentario.

gus aneu2 dijo...

No dejes de iluminarnos con tu sabiduría amigo, pero una cosa sí sé que no sabes, y es que no me llamo gustavo, pero no te preocupes, mi mejor amigo en la infancia sí se llamaba gustavo y es un nombre al que le tengo mucho cariño.
Y nuestro buen anfitrión, ¿dónde está que nos tiene abandonados?
¿Y tú capitán?, hace tiempo que no dices nada. Un abrazo para ti.

EL AVENTURERO dijo...

si, si, amigo sigo por aqui
pero es que luctuosos acontecimeintos han empañado estos ultimos dias, como vereis en la siguiente entrada

nos veremos en madrid enseguida

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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