viernes, 18 de abril de 2008

Donnalbina






En Napoles nos alojamos, y muy a gusto por cierto, en el bed and breakfast Donnalbina 7, que casualmente está situado en la calle Donnalbina, número 7, junto a la céntrica Monteolivetto.



El jefe del alojamiento, Enrico, comunista a la manera en que son comunistas los italianos, habla perfectamente el castellano porque ha veraneado muchos años en Cantabria. De buen grado facilita a los clientes horarios, información y conversación.

La reforma del hostal, acometida por el arquitecto Francesco Costanzo, es funcional, moderna y acogedora, linea Ikea. Estilo que contrasta con el edificio, una tipica casa de vecinos napolitana del siglo XVIII, a la que se accede por un portalón y un patio vecinal un tanto desvencijado, pero con sobrado encanto.


Donna Albina, que da nombre a la calle y al hospedaje, fue la protagonista de una triste historia napolitana, una chica joven con dos hermanas que vivieron en Nápoles del siglo XIV, hijas del noble Toraldo.
Después de la muerte del padre, el rey Roberto convocó la hija mayor, Donna Regina, para comunicarla que debía a casarse con el conde Filippo Capece. Pero parece que era la única de las tres hermanas que no estaba enamorada de él , ya que las dos hermanas menores, Donna Romita y Donna Albina, estaban coladitas por este caballero.
Las dos hermanas menores, como se usaba en aquellos tiempos, se encerraron en el convento y tomaron los hábitos, mientras que la mayor vivió la vida amargada, casada con el conde, un hombre que no la quería, por que a su vez estaba enamorado de Donna Romita. Hoy en dia las tres tiene calles con sus nombres.






8 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Lechesmaricarmen!! 4 desgraciados por el precio de 1, el zopenco de Roberto, endeveeeeeeee...
Es que estos italianos son los inventores de los culebrones, si yo te contara un "par" de argumentos de óperas italianas LO FLIPAS NEN !!

Pero qué encanto debía tener ese lugar, verdad? Se me ponen los dientes más largos que con la comida italiana (será que acabo de merendar...).

Aventurero-Bajis, en qué fechas será tú evento exposicionero?

Besotes mil

Aprendiendo... dijo...

Yo acabo de volver de Lisboa... Pero qué te voy a contar que no sepas ya? así que una expo, eh..? supongo que será por los madriles y me pillará lejos, pero porsiaca, avisa, ok? besoss

Anónimo dijo...

y yo del baño, virgilio; que me quede criogenizado en aquella foto. fui pura potencia con tu sosias y el encofrado humpty dumpty, y ya ves, llegue tarde para el aniversario y aqui va -en esta noche ahumada, resistiendo la horizontal- mi congratulacion.

EL AVENTURERO dijo...

la exposicion creo que sera a lo largo del mes de julio

os tendre al corriente

gus aneu2 dijo...

Parece que te costo salir, capitán, de la topografía estelar.

gus aneu2 dijo...

¿nos hemos cruzado? No me he dado ni cuenta que estabas ahí, vaya. Un saludo

gus aneu2 dijo...

Por cierto, acabo de fijarme en el título del blog, eso de "manual del aventurero" ¿siempre ha estado?

Anónimo dijo...

si padrino, siempre, como el lucky luke de nevada.
la diligencia, el escrupuloso estilo y las ponderadas cualidades didacticas de la virgencita, hacen feliz al mundo.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes