jueves, 1 de noviembre de 2007

dia de difuntos


En México el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, es una celebración donde se mezclan la cultura prehispánica con la religión católica, donde el pueblo Mexicano logró mantener sus antiguas tradiciones vivas.

Dentro de éstas tradiciones se mezclan sentimientos contradictorios, como lo son el dolor de perder a un ser querido, unidos al colorido de la fiesta y la diversión.

En esta festividad es costumbre levantar altares de siete alturas en honor a los difuntos, que debe contar con distintos elementos:Velas que representan la ascensión del espíritu, cadenas de papel morado y amarillo que significan la unión entre la vida y la muerte, flores de cempasúchil, papel picado que da colorido y alegría de vivir, objetos personales del difunto, lienzos blancos, incienso de copal, calaveras de azúcar, maíz, cañas de azúcar, naranjas, tejocotes y jícamas, platillos con los alimentos que gustaban al difunto, un Cristo para que haya bendiciones, una cruz de cal que simboliza los 4 puntos cardinales y sal para que el cuerpo no se corrompa.

En fin, nada que ver con la tradicion anglosajona del Halloween, que el marketing de sus vecinos del norte ha exportado a todo el mundo


5 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Jo, sí, vaya mescolanza!
Nuestra querida Princess, ya nos contó un poco, a ver si vuelve y nos cuenta como le fue este año la fiesta.
Incluso nos puso un link de las fiestas de su ciudad XDDD

Mary Westmacott dijo...

No se te olviden las katrinas!!
Y el pan de muertos!!
Que rico..
Las flores que nombraste son las amarillas que se ponen en forma de cruz en las puertas de las casas para proteccion?, es un nombre náhuatl, pero no me acuerdo que significa.
Besos em voy a dormir
xxx

Wendy Pan dijo...

Anda, la bella Anna ha pasado por aquí, un baccio.
Que buena canción, Oom-9 también la puso en su blog.
Me voy a ver Sleepy Hollow
agur

EL AVENTURERO dijo...

que duermas bien, anna carina, y que disfrutes de tim burton, wendy pan

Wendy Pan dijo...

Yo, siempre, mon amur...
lo mismito que me pasa con tus viajes. Gracias por invitarme a hacerlo contigo

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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