lunes, 26 de noviembre de 2007

Cafe de la Opera


El café de la Opera presume de su estilo afrancesado, sus elegantes lámparas de época, su mobiliario de nobles maderas y su barra de cantina labrada a mano por artesanos de Nueva Orleáns.

Favorito de varios presidentes, como Vicente Fox y Porfirio Diaz, y frecuentado por esa oligarquía mejicana de camisa planchada y cuello almidonado, pero también visitado en su momento por las broncas tropas revolucionarias.

Alguna vez Pancho Villa hizo callar a los ruidosos parroquianos del reservado contiguo con expeditivo método - No se me alborote el gallinero, que el Centauro del norte vino buscando sosiego!- Tras la detonación, los gritones callaron y el silencio fue largo y espeso.


El orificio del balazo todavía se distingue en el suntuoso artesonado del techo.



8 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Pero es una café café, o del la ÓPera, de la Ópera?
Anyway ANDELEEEEE !!
Y como decía mi buen amigo Speedy Gonzalez:
"Andelee, Yepa, yepa, arriba, arriba, Yeeeeeeeeehaaaaaaa !!"


...y salía escopeteao, nunca mejor dicho.
Quién mejor que semejante personaje para dejar huella en semejante techo XDDD

EL AVENTURERO dijo...

Hola, wendy, veo que como amiga de la opera te interesa este cafe.
En realidad la unica vinculacion que tiene con la opera es que está cerca y que el publico, despues de ver rigoletto, iba a alli a tomar un expresso (aunque no tan expresso como tu amigo speedy)

Wendy Pan dijo...

Aquí en Palma ha sobrevivio del "Café Lírico" que está frente a dónde se situaba el "Teatro Lírico" que se cepillaron para hacer un jardín...8(
Eso sí lo llaman "S'Hort des Rei" (el huerto del Rey, supongo q pq está bajo el Palacio de la Almudaina).
Pero el café sigue allí sobreviviendo cual huerfanito, con sus clásicas estancias, con aspecto de café de tertulias, aiiins

Pero no es tan gonito como ese, seguro

(Delante de nuestro teatro tenemos una óptica..., y un cine cerrado, snif, snif)

Jas dijo...

Jo cuanto sabes Bajito, anda que no me queda a mi por viajar, yo que casi no he salido de la piel de toro y ni siquiera me la he recorrido entera. En estas dos semanas he podido "pasar" por Huelva, Sevilla y Jaén y salvo un paseo por Jaén, no he podido ver nada del resto...es lo que tiene ir a rodar en salones de actos, en fín, ya volveré en calidad de aventurero y descubriré esas y otras ciudades.

Que bueno el vino dulce de Jaén y las tapitas...uuuhhhmmmm!!!

rubén dijo...

Parece que ya te funciona goear. A mí todavía no me deja subir música.

Tom Hagen dijo...

Arriba la revolución !!!
Que mítico Pancho Villa

EL AVENTURERO dijo...

que probema tienes con el goear, ruben? ya sabes que no hay que copiar la direccion entera, No?

jas, aprobecha para hacerte alguna escapadita, entre plano y plano, que hay mucho que ver por alli

rubén dijo...

Eso de la dirección entera no lo sabía. ¿Cómo es?

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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