viernes, 8 de febrero de 2008

Xin nian kuaile


He colgado farolillos rojos en mi fachada y engalanado el interior con narcisos y flores de ciruelo, propicias para atraer la fortuna, tal y como manda la tradición del nuevo año.

Y es que ayer comenzó el año nuevo chino, el año de la Rata, que es el primero de los doce signos del horóscopo chino porque, según la leyenda, la rata salió vencedora en la carrera organizada por Buda.

El horóscopo chino es una combinación de doce animales y cinco elementos. Asi que ademas del año, comienza un nuevo ciclo de 60 años, que espero nos sean propicios, porque si no nos va bien en este ciclo a ver en cual nos va ir bien.

Bueno, pues ayer fuimos a celebrar el acontecimiento a un restaurante chino que hay cerca del trabajo y, como es el año de la rata y no podia ser de otra manera, comimos cerdo (agridulce).


Xin nian kuaile! FELIZ AÑO NUEVO!


8 comentarios:

Aprendiendo... dijo...

Pues mi año ha empezado regular regular, ehhh...
Será porque yo soy Cabra...

Wendy Pan dijo...

Pos yo como buena postulanta de la Rata, empecé el año de la mejor manera posible jejeje...




... verdad Aventurero pinturero?!!

Besotes de re-año nuevo

S dijo...

... esa ultima frase, me ha dado miedito! Suerte que has dicho cerdo (agridulce... que bueno!!)

Besotes!!

gus aneu2 dijo...

pués sí que es verdad, si no es en esta era no sé cuando nos va a tocar lo de la prosperidad.

EL AVENTURERO dijo...

vaya aprendiendo, pues que mejore, que aprendiendo se va mejorando

ya wendy que le vaya igual de bien

hola, s, ya estas en dublin?

ese gus, que tal por lisboa?

Wendy Pan dijo...

SSSSSSSSSS, benditos los ajos!!

Espero que el frío Dublinés no te mantenga en hivernación, sal por ahí a conocer dublineros...

gus aneu2 dijo...

Por lisboa bien, muy bien, como no puede ser de otro modo cuando se aloja uno en la rua da alegria.

Campanilla dijo...

¡FELIZ AÑO 4.705!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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