jueves, 14 de febrero de 2008

san valentin

Hoy es 14 de febrero y me viene inmediatamnte a la cabeza la matanza del dia de san valentin, orquestada por Al Capone en 1929 para acabar con George Moran, el piojo, y sus secuaces, con la musica de fondo de las ametralladoras Thompson de tambor redondo.

Pero como soy un moñas, no puedo dejar de mandarle un besito a esa aventurera que me alegra la vida. Y ademas me ayuda con este blog, buscandome canciones, documentacion y me sirve como continua fuente de inspiracion.

Aqui la vemos, absorta en sus pensamientos, con un cocodrilo encima de la cabeza, en el cafe Fishawi o de los espejos, donde solia ir a escribir el premio nobel Nadjib Mahfuz, en el corazon de Al-Khalili, el zoco del Cairo

¿que estará pensando?



Un beso, cuchi


5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cuchi? Joer, aventurista. Va a resultar que sí que eres un moñas. Vale que la aventurera lo merece, pero no te imaginaba tan blandito. Bueno, sí, pero ese es otro tema. Y ya que estamos blanditos, o moñas, o lo que tenga que ser, aprovecho este foro para repartir besos: a la aventurera, a mi colegui marina que se pasa por aqui a menudo, a todas las chicas del blog y a mi cuchi particular, esa con ojos de comic manga (¿o era hentai?). Como decía el personaje de Magnolia "Tengo mucho amor que dar, pero no sé dónde colocarlo". Lo dicho: besos de San Valentín a todos y todas.

gus aneu2 dijo...

Ya, ya, lo que quería decir en realidad "se me ve el plumero y no tengo donde colocarlo"
Mis respetos a la aventurera.

princess dijo...

Saludos para la aventurera y para ti aventurero tambien
Feliz dia de San Valentin para todos!!!

Wendy Pan dijo...

..pos segura que pensaba en cómo sorprender a su baji-aventurero-pichurrín XDDDDDD

Gracias a alp, y a todos los que se les vea el plumero, QUE LO LUZCAN CON ORGULLO!

Aprendiendo... dijo...

Ja! pues esto de la matanza de San Valentín de Al Capone no sale en La Cosa Nostra, la serie de cómics que estoy leyendo sobre la historia de la mafia americana. Me voy a documentarme... Y oye, larga vida a los hombres tiernos, por dios! más tendrian que haber...

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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