lunes, 18 de febrero de 2008

Oreja de Dionisio


Asi se conoce a la cueva de mas de 20 metros de altura que se encuentra en la Latomía del paraiso, en Siracusa, por su excepcional efecto acústico, que permite ampliar incluso el sonido mas leve conviertiendolo en un ensordecedor estruendo. Según la leyenda, el tirano Dionisio escuchaba desde lo alto de la cavidad las conversaciones de los prisioneros que encerraba en esta cueva, enterandose de muchas confidencias y chismorreos.

El nombre de la oreja de Dioniso se le ocurrió siglos mas tarde al tempestuoso Caravaggio, que se habia exiliado en Sicilia, huyendo de Roma, después de herir a hachazos a un notario llamado Pascualone y asesinar a un tal Ranuncio Tomassoni por una desavenencia en un juego de pelota.



15 comentarios:

EL AVENTURERO dijo...

me da tristeza eso de ver 0 apareciaciones: ni un comentario, ni un saludo, ni una puntualizacion, ni un insulto

asi que me dejo un comentario a mi mismo
- hola, eugenio, que tal ?
- muy bien, gracias

Anónimo dijo...

ah! pues si es por eso ¡Hola Eugenio! qué tal?

esto no lo he dicho ya antes? me suena a deja vu

y veo que los tiempos no cambian mucho, no? qué manía la de los tiranos (y los que no) de vigilar los asuntos del prójimo!

manía que me pone frita, por sierto

gus aneu2 dijo...

Qué desagradecidos lectores somos, que ni un hey! dejamos.
No dejes de llevarnos, así, de aquí para alllá, de ahora a entonces, en tus periplos de línes y colores como sólo tú sabes hacerlo, a pesar de nuestra desconsiderada desidia.

gus aneu2 dijo...

Pd-
Quejica

M.R dijo...

hola aventurero, como va la vida, no te desanimes, ves como si hay, tontito?
Besicos apañao!

EL AVENTURERO dijo...

marian, gus, mr
que gusto me da leeros

Wendy Pan dijo...

Endevé, el venturero-quejumbroso...
Que yo hay veces que te comento-saludo-puntualizo-... más de una vez. Tienes menos paciencia que la oreja esa que saca sonidos como churros a traves de sus oquedades.

La verdad la entrada me recuerda a la cueva del Internado..., este del Orfelinato ese

...A tí si que da gusto leerte melonero!
Besotes morrocotudos anche

Aprendiendo... dijo...

JOÉ! por un dia que no me ha dado tiempo a entrar y comentar...
Te iba a decir que la Oreja de Dionisio para mi siempre ha sido un lugar mágico. De pequeña me iba al fondo de todo y me imaginaba a esos esclavos cuchicheando y siendo escuchados en lo alto por el tirano...

Aprendiendo... dijo...

Y ahora que lo pienso: cuantas veces entras tu en mi blog a comentar? eh? eh? ;)

Anónimo dijo...

Encima de moñas, llorón, como Calimero:
"y a mi, ¿por qué nadie me quiere?"

Hala, y que te quiera tu "cuchi".

Que noooo, que es broma, que tus amiguitos te queremos muuuucho, incluso yo (qué estoy diciendo, xd...lo que hay que hacer para que no se nos deprima).

Ah, antes que me olvide: dile a la aventurera que estoy en proceso de conseguirle "Magnolia". Un beso, sin plumas, como Woody Allen.

------ dijo...

acabo de ver la entrada 'Cabalheira Fraga'. Serás jodido!! Cuanta envidia hay por el mundo. Tu, a mis Broton's ni los toques, eh?

Jas dijo...

¡¡AUPA BAJITO!!

Como va eso?

Un blogabrazote.

paloma dijo...

Hola, pues estás invitadisimo a Descobrir Catalunya!. En Chile, muy al sur hay una cueva que se llama Del milodón, la entrada es como esta que ilustraste, se llama así porque descubrieron dentro los restos de una especie de dinosaurio al que bautizaron como Milodón. Ahora, a cambio de los restos, hay una resproducción a lo Walt Disney de lo que hubiese sido en vida el difunto animalito.
Saludos y gracias por la visita.

EL AVENTURERO dijo...

asi me gusta, que me dejeis mensajitos

que si no me parece un monologo y me pongo mu triste

luka dijo...

Estupendo blog! Curiosas historias, divertidas musicas y de tus dibujoas que decir.... Sigue viajando y contandonos historias, asi los que no podemos hacerlo por "pequeños" motivos podremos conocer nuevos lugares. Mila esker.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes