viernes, 15 de febrero de 2008

GOLEM


Una de las leyendas mas tenebrosas de la epoca de Rudolf II en Praga (ver la entrada del dia 13), es la historia del Golem, criatura creada por el sabio rabino Low, gran conocedor de los secretos de la kabbalah y cuya tumba aun podreis visitar en el viejo cementerio semita de Josejof .

Seguramente todos conocéis ya esta historia, asi que huelga referirla. Pero aunque huelgue, yo, que soy contumaz, os la refiero.


Pues bien, a pesar de la proteccion del singular monarca, la comunidad hebrea sufria continuas tropelías por parte de los gentiles. El Rabino Low, resuelto a proteger a sus correligionarios, modeló una figura con forma de hombre, a base de arcilla del río Moldava, y le dio el nombre de Golem.


Tras un complejo ritual en que se mezclaban los cuatro elementos, el rabino colocó en la boca del golem una tablilla donde figuraba el Verdadero Nombre de Dios. Asi el Golem cobró vida y se entregó a las ordenes del Rabino Low, aunque resultó un tipo de extraordinaria fuerza pero escasas entendederas.

El rabino mandó al Golem vigilar las puertas de Josefov, el gheto judío de Praga, que se volvió mas seguro que nunca gracias a la criatura de barro. La gente le pedía su ayuda y en una ocasión trajo en lugar de leña para la chimenea, árboles arrancados desde las raíces, tal era su fuerza.


Un sábado el rabino, atareado, olvidó dar las oportunas ordenes del día al Golem y éste actuó enfurecido y desorientado, sembrando la destrucción y el pánico entre los hijos de Abraham. Visto el peligro que entrañaba, el Rabino Low esperó que el engendro se quedara dormido, y repitió el ritual talmúdico, esta vez al revés, hasta que el Golem volvió a ser un cuerpo inerte de arcilla.

Cuentan que el rabino, escondió el despojo antropomórfico en los desvanes de la Sinagoga y alli debe reposar aun, reducido a un sustrato de lodo, esperando que alguien vuelva a insuflarle un soplo de vida para regresar de su sueño.

Si alguna vez vais a Praga y visitais la Nueva Vieja Sinagoga, no podreis evitar un escalofrio cuando en medio del silencio escucheis un crujido casi imperceptible en el artesonado del techo.




5 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Ooooooooooh, pobre Golem, siempre "utilizado" y nunca recompensado, ni un gracias, ni un paraiso en el que reposar sino las polvorientas y recónditas alturs de la Nueva Vieja Sinagoga.
Pobres criaturas creadas con un solo propósito, esclavizadas, y luego olvidadas y/o/u destruidas con crueldad "humana"...

Ni siquiera pueden tener el descanso del guerrero..., o de la belladurmiente...

EL AVENTURERO dijo...

asi es, wendy, aunque parece un cuento de terror es una historia con muchas derivaciones morales: el libre albedrio, la culpa, el creador enfrentado a su creacion, el castigo, todo muy judaico

Anónimo dijo...

porfiado hereje virgilio, con tu huelga japonesa y el relato ab ovo de los antecedentes.
en tren de desviaciones, has omitido referir a la srta. darling:
a)el complejo de la hoja de parra y al avieso maligno que sugirio una hoja perenne;
b)la carabina de ambrosio;
c) los pies de barro;
d) lo insalubre que en todo tiempo ha resultado ser la tarea de portero.

dede mi garita cascarriada, aqui va, este, mi saludo.

gus aneu2 dijo...

Las andanzas del Golem nos han traido la visita del capitán, que sabe dios por que mares andaba. Un saludo capitán, wendy y aventurero.

Wendy Pan dijo...

Oh, capitán, mi capitán!!

ESpero que su garita no esté tan cascarriada como nos menta, y que visite al aventurero con más asiduidad, que le hechamos de menos ;)

Yo no me refiero al sentimiento de culpa tan destripador que "utilizan" los judíos. Eso es lo que menos me interesa, lo que yo no soporto es el desamparo en el que queda siempre la "criatura" (veasé como animal-niños incluidos-, vegetal o cosa...).

Cosa que seguro no haría ninguno de mis tres caballeros-de-brillante-armadura. BESOTES

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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