viernes, 29 de febrero de 2008

las Animas

En algun lugar perdido del estado de Oaxaca, languidecía el olvidado pueblo de Las Animas, una pequeña aldea de campesinos, adonde no llegaba la luz ni el agua ni el telefono ni ninguno de los progresos considerados civilizadores.

Un día al filo del milenio la asamblea vecinal, sabiendo que el presidente Fox andaba de visita oficial por la provincia, tomó un arriesgada decisión. El pueblo dejaría de llamarse “Las Animas” y adoptaría el enjundioso nombre de “Licenciado Vicente Fox Quesada”.

No sirvió de nada. La comitiva presidencial pasó cerca. A tan sólo media hora. Todos esperaban que algún momento pudiese desviarse de la ruta para conocer el pueblo «y nomás saludar». Sacaron brillo al cartel que señalaba el camino del pueblo pero no sirvió de nada. El Licenciado Vicente Fox Quesada pasó de Licenciado Vicente Fox Quesada, como un remake chusco de Bienvenido Mr Marshall.
Llevar el nombre completo y los dos apellidos del presidente de México no alteró ni el itinerario oficial ni el mísero destino de esta comunidad.

Ahora un aire de tristeza recorre la comunidad al ver que sus esperanzas se han desvanecido. Han trascurrido ya varios después del cambio de nombre, Vicente Fox ya solo es un expresidente camino del olvido y ellos han perdido hasta el sugerente nombre de Las Animas. Las autoridades estatales no han respondido con agua, electricidad o alcantarillado pero sí con un maestro y una bandera nacional tejida en una excelente tela.

El primer profesor que llegó a este lugar no pudo aguantar la curiosidad y preguntó: «Pero ¿por qué este nombre?». Y la respuesta de la madre de una alumna: «Sentimos que era la forma de que nos fuera bien. Creíamos que nos iban ayudar a arreglar los papeles de las tierras»




10 comentarios:

Wendy Pan dijo...

...y desde cuando las tierras tienen papeles?
Es que ahora hasta los paisajes del planeta necesitan documentación para VIVIR ??

...Ya no es cuestión de Ánimas, ni de hombres, ni de pueblos o lugares, es que la absurdez humana llega a límites insospechados...



... hasta el infinito y más pallá... sic

Jas dijo...

Marditos roedoreeee!!!...me acabo de enterar de que no han seleccionado nuestro corto para el Animabasauri, y me da mucha rabia porque habían sido ellos los que nos habían pedido el corto...en fin, me voy a llorar por las esquinas...

Un abrazote Bajito!!

EL AVENTURERO dijo...

ay, jas, no me hables de los de anima que me prersnté al concurso de carteles y me han otorgado un honroso 2º puesto, dotado con 0 eoros

Wendy Pan dijo...

Pos enhoraboina !!

Aunque sea celebrandolo en el rincón de los pobres jijiji
es dónde se celebra mejor.
Besotes morrocotudos

Anónimo dijo...

virgilio, por su candida behetria, estas animas olvidaron que el tesoro al final del arco iris comienza en pto. angel.
ungenio, el agua y el tendido electrico de la postal, adelanta media hora.
padrino, con las recetas de que abuela ¿?.

EL AVENTURERO dijo...

tienes razon filcar, el tendido del dibujo adelanta media hora

Wendy Pan dijo...

ES que nosotros los soñadores siempre vemos las cosas adelantadas pi-medios (como decíamos en matemáticas jejeje).

EL AVENTURERO dijo...

por cierto, hemos pasado de las 20.000 visitas

como mola

Anónimo dijo...

dignidad en la bitacora virgilio, que colocas un provecto sambenito ya teñido de jordan, cohonestando tu prosopopeya a una util guia de papel.
en tren del descarrilamiento de zafias referencias y en honor al vagon comedor, es de cortesia aclarar que el unico mando es sobre el remo, y que a todo evento prefiero la supercheria de peon botero 2 primaz –pb”z-.

y que sea 1 + (aunque preferiria un amigo no gima).

Wendy Pan dijo...

JO, Filcar !
Cada día hablas más clarito...

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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