La empinada villa colonial de Taxco teje sus empedradas callejuelas al pie de las laderas y barrancas de la Sierra guerrerense, a 2000 m sobre el nivel del mar . Subiendo el teleférico el aventurero llega a la cima de la ciudad desde donde goza de las mejores perspectivas de este conjunto único de escarpada belleza.
Esta zona ya explotaba la minería antes de la llegada de Hernán Cortes. Pero fue en el siglo XVI cuando le extracción de la plata conoce su esplendor a manos de José de la Borda. Nacido en algún lugar de los pirineos, se fue a hacer las américas buscando fortuna por las quebradas de la Sierra Madre. En una de esas expediciones, su caballo tropezó con una roca dejando a la vista una fabulosa beta de plata.
Gracias a ella y a otras minas que fue adquiriendo, llegó a ser una de las persona más ricas del siglo XVIII. Aun así, se arruinó varias veces, una de ellas cuando acometió él solo la financiación de la fastuosa iglesia de Santa Prisca, en agradecimiento por la fortuna que había amasado con sus empresas mineras. Empeñado en tal empresa, la repuesta a quienes pretendían disuadirle era “Dios da a Borda, Borda da a Dios".
amica veritas, sed magis amicus plauto
Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.
En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.
Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.
Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.
Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.
En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.
Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.
Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.
Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.
5 comentarios:
...con un par...(de neuronas sanas, o insanas?)...
Sino no haríamos nada..., nunca.
Es que lo del dinero debe ser como todo, que de repente se vuelve aburrido y te empuja a hacer locuras. (como se nota que hablo de lo que no sé)
mira mis ojos padrino: que por no saber renunciar a una ventaja, condenado estoy a vagar como torticero orillero, convertido en un grosero pleonasmo.
que el otro dia cuando virgilio chillo auxilio, solo tararee el jingle del fosil que vive en nuestra mente, sin ser capaz de lanzarle 3 puntos.
Tranquilo capitán, no creo que el buen virgilio te deje en la llanura de hielo, aunque ya sabrás que a beber de la fuente eunoe tendrás que llegar tú solito.
No vemos e el camino.
Querido Sir Gus caballero andante de las extensas llanuras de Madridindil, tendrás que encargarte tú de la ardua tarea de recopilar el diccionario-enciclopédico (que nada tiene que ver con un x-man) de filcar-español español-filca.
Cuando vuesa merced crea conveniente.
Besotes para el camino ;)
Publicar un comentario