miércoles, 13 de junio de 2007

Efemerides

Aquel 1 de noviembre de 2001, se cumplían exactamente 500 años desde que Américo Vespucio avistó por primera vez esa enorme ensenada y, en honor a la fecha, le dio el nombre de Bahia de todos los Santos.

Como un bahiano más, asistí a los actos del centenario, aplaudí los fuegos artificiales y abucheé al prefecto y autoridades.


Los fastos del 5º centenario se representaron desde el fuerte de San Marcelo, esta especie de castillo que parece emerger en mitad de la bahia, donde antiguamente dejaban en cuarentena a los africanos antes de venderlos como esclavos

8 comentarios:

GUANDARRRR dijo...

Joooooo, a qué te dedicas que puedes viajar tanto?? :(. Yo sólo he estado en Grecia y en París, y bueno Portugal... yo quiero.
Por cierto, cómo llegaste a mi blog?
Un beso y gracias por el comment

JoFz dijo...

Aventurero aventurero, sigo tus pasos por el mundo y por la blogesfera.
¿Estás haciendo campaña para tomar la corona del taxita el año próximo?
Cuenta con mi apoyo y ayuda incondicional,

EnfermeraDeNoche dijo...

Es que se celebra cada cosa..

EL AVENTURERO dijo...

la verdad no recuerdo como llegué a tu blog, guandarr
trasteo por la blogosfera, saltando de uno a otro y en los que me gustan dejo algun mensaje, pero voy como dando tumbos, asi que no se como hara gus para seguir mis pasos, porque yo mismo seria incapaz

edn, la cosa es celebrar

Anónimo dijo...

Envidias me dás. Y yo aquí en el curro...

Anónimo dijo...

Antes que nada, gracias por el dibujito de Ljubljana. Ya casi no me acordaba de la anécdota del imbécil del Gato Negro. A quién se le ocurre decir que El Viajero tiene barriga si todo el mundo sabe que lleva faja, y yo de perfil no hago sombra.
Estoy de acuerdo contigo: lo importante es celebrar. El otro día a uno de mis colegas le salió un padrastro y trajo Cohibas para todos. Lo malo es que, como en el chiste de Gila, otro empezó a tirar y acabamos en Basurto con el pobre despellejado.
¿Nos vemos a la noche con lo de los cortos? Hablaré con Marina...

Jas dijo...

ahí, ahí...quedando para ir a ver el corto, así me gusta alp.

Me encanta esto de vivir las aventurillas de Bajito y aprender cosillas sobre todos esos sitios a los que ha viajado, que continúe el viaje...

GUANDARRRR dijo...

Jeje, ok aventurero, pues vuelve a hacerme alguna visitilla cuando quieras.
Besotes

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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