lunes, 4 de junio de 2007

El aventurero, debe usar faja?

Lo mucho que se ha discutido este asunto en los círculos de aventureros demuestra que la cuestión no es baladí. En un reciente congreso monográfico, la ponencia "faja y aventura: complemento u oximoron" abordó el tema con gran acierto y seriedad.


Yo personalmente, en repetidas ocasiones me he posicionado a favor del denostado refajo, porque el aventurero debe tener la tripita caliente y los riñones protegidos ante alguna posible adversidad: una mala corriente, un frio inoportuno...

Sin embargo, no faltan los que objetan que el uso de tal prenda va en detrimento de las posibilidades de comerse un rosco. Ciertamente, llegado el caso, el aventurero debe desprenderse de la faja evitando en lo posible que su eventual benefactora lo perciba. Pero, aun así creo que merece la pena, no sé. Yo no tengo la respuesta, lanzo la pregunta al ciberespacio. A ver que opinan ustedes. El debate está abierto.


Como no tengo ningun dibujo decoroso que ilustre este tema, pongo uno de Oporto que me quedó muy bonito.

9 comentarios:

JoFz dijo...

En un viaje reciente a tierras húmedas me encontré con la necesidad de proteger de las inclemencias del tiempo mi pobre cuerpo, y especialmente los riñones, que los tengo muy delicaditos. La solución la encontré en un intimissi, donde entró mi señora esposa a abastecerse, que tenía una hermosa dependienta argentina.
Consiste en unas camisetas de algodón sin mangas y cuello de caja de color negro y marrón (muy finas) y una talla más pequeña, o es que vienen así no sé. Pero apretaban los riñoncitos y el calor y alivio fueron inmediatos.

Anónimo dijo...

jajajaja me troncho, me troncho. Este primer párrafo es impagable, aventurero!

y voy a entrar al trapo, nunca mejor dicho: tratándose de aventurear yo estoy a favor del pareo.

Frío en los riñones, pareo. Que duele la garganta, pareo. Vas a la playa, ya tienes toalla. Que se han pasado con el aire acondicionado, pareíto = calorcito.

Nunca sin mi pareo

Ah! y a los chicos en pareo os encuentro irresistibles!!

JoFz dijo...

Bueno es saberlo, Marina, muchas gracias por compartir tu sabiduría femenina sin par, e@!

Jas dijo...

Pues yo no puedo aconsejar sobre esa prenda, aún no he tenido que ponerme ninguna, pero cuando he tenido frío en los riñones o si me dolían, por ejemplo, en la época en la que recogía patatas en la huerta de mi padre, allí lo que usaba la gente es una chaqueta o jersey bien atado a la cintura, eso sí, cubriendo los riñones....por cierto, alguien ha ido a coger patatas todo un día entero??, que deporte mas interesante XD

EL AVENTURERO dijo...

Camisetas sin mangas, pareos, jerseys atados la cintura...
Veo que sois amigos de los sucedaneos.
abrid los ojos y olvidad vuestros razonables prejuicios. Abandonad esas fajas enmascaradas y compraros unas de verdad

Anónimo dijo...

Según wikipedia:

* Faja, pieza de indumentaria de tela en forma de cinta ancha que se coloca alrededor de la cintura.
* Faja, prenda elástica que se ciñe a la cintura para estilizar la figura o por motivos médicos.
* Faja, uno de los símbolos del escudo.
* Faja, celebración o fiesta nocturna con el objetivo prioritario de mantener relaciones sexuales.

Digamos entonces que Faja como prenda NUNCA.

Jas dijo...

Yo me apunto a la última definición que ha escrito Kire...sí, sí XDD

OOM-9 dijo...

pues yo no puedo opinar sobre el tema pero el dibujo esta muy guapo y no puedo creerme que no hayas dibujado a alguien con faja XD porcierto una faja de estas (* Faja, celebración o fiesta nocturna con el objetivo prioritario de mantener relaciones sexuales.) si quiero! XDDDD
:P

Anónimo dijo...

Pues nunca la he usado, aunque la tentación me ha rondado en ocasiones, sobre todo si toca currar doblando el lomo. Pero para viajar ... JAMÁS

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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